Transgrediendo el yelmo

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He comido hace poco con la vana intención de llenarme por dentro. La sobremesa desde la ventana luce a pleno sol en la calle. Pero mi interior parece que quiere regurgitar la comida, no la soporta, me atenaza el estrés y siento desde este pequeño salón, la insignificancia de mi existencia, laberintos sin salida, telas de araña sobre mí hasta encerrarme en una vida, sin oxigeno, sin metas… Un suspiro profundo surge de mi pecho, miro desesperanzado a través de la ventana. Exhalo, y es aire gélido. Vuelvo a enfrentarme a las aguas embravecidas.

Por un instante del que tomo conciencia, intento desviar mi atención al telediario. Noticias superfluas que quiebran mi voluntad de algo natural y cercano. Me asfixio, lo siento. Sin embargo, quiebro mis más peligrosos pensamientos engañando a la atención con la fácil distracción de la televisión. Parece que me importe que haya bañistas en Valencia, la bolsa haya subido y los vestidos de la Pasarela Gaudí sean distinguidos. Pero no es cierto.

Acaban las noticias y me vuelve el hormigueo a las piernas, se me aceleran las pulsaciones y temo que a mi vida no la pueda controlar. Me acerco a la ventana para abrir un poco, que entre el aire añorado y me refresque. Mientras lo hago, echo una mirada hacia la calle y me entra una tentación, y fuerte vértigo repentino. Me echo hacia atrás de golpe, dejando que el aire ventile la estancia mientras hace ondear las cortinas.

Decido ir, trémulo, a la cocina y me preparo una infusión con dos bolsas de tila. Me siento en el sofá, con la sensación de estar desnudo salvo por el calor que me va dando cada pequeño sorbo. Llaman por teléfono. No lo cojo. No quiero cogerlo, sé que es el último empujón hacia el desastre. Vuelven a llamar. Me vence la debilidad: me vence la tentación y quiebro mi yelmo. Sí, es ella. Escucho su voz, escucho su mensaje, escucho nuestro final. Me vence el llanto cuando cuelga, camino dando tumbos hacia la ventana. El resto ya lo conoce usted, doctor.

Y el psiquiatra anota en la ficha: Paciente de riesgo, pensamientos autolíticos.  


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