De camino a casa cap 8

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El agente Rodríguez llevaba meses encerrado en su despacho sevillano en López de Gomara. No comprendía como podía haberse esfumado este ser. Mientras todo el mundo le decía que ahora se podía encontrar en cualquier lugar de Europa, por el contrario él, por su edad y su profesión dudaba que hubiese salido lejos del país, como muy lejos Portugal, y ahí tampoco se desenvolvería bien. Seguro estaba más cerca de lo que pensaban.

La última pista sobre la prostituta pensaba que era clave, Rodríguez estaba convencido que su guarida andaba por las afueras de Madrid. Solo necesitaba esperar al reloj de la muerte que funcionaba dentro del Monstruo, tarde o temprano actuaría de nuevo y ahí acortarían el cerco.

Para Álvaro, esa clase de personas no tenían la capacidad de retener sus instintos asesinos, eran impredecibles incluso para ellos mismos. Sus reflejos asesinos no era lago que se disipase con el tiempo, no se quemaba como una cerilla sino que se acumulaba como un gran recipiente de agua para más tarde desbordarse y crear un maremoto dejando rastro de ellos allá donde fueren. Esto también causa normalmente su pronta captura, el descontrol de sus pensamientos se refleja en el de sus actos para finalmente caer como un castillo de naipes en locura y desenfreno sangriento imposible de cubrir.

Justo ese holocausto acumulan aquellas personas lo suficientemente inteligentes para hacer creer a las personas que les rodean que son individuos normales y dóciles. Su careta oculta un universo de deleznables aberraciones y maldad, una completa apatía por los semejantes y un gran interés por lo que dirán de ellos.

Sus debilidades a veces las imaginan públicas y entran en ataques de pánico y sudor frío, lo que alimenta sus imaginaciones tóxicas. Al final son animales salvajes que pierden el control, pero esta vez no. Ino parece ser de otra clase, está un paso por delante de estos sádicos. Su invisibilidad lo avala, tras meses de intensa búsqueda no se ha obtenido ni una pista de él. Su cara, junto con todas sus variaciones, es ahora uno de los rostros más conocidos del país, y casi de Europa. Los crímenes fueron tan grotescos que trascendieron fronteras, Inocencio Santo era ahora uno de los criminales más buscados por la Interpol, la Policía Nacional y la Guardia Civil. Y no había dejado rastro.

Tampoco parecía haber atacado de nuevo, todas las muertes que sucedieron de chicas jóvenes resultaron ser por accidente o por celos. Además, ninguna de ellas presentaba mordeduras o signos tan violentos como los que presentaban las víctimas del Monstruo Cartujano. Al contrario que todos los locos y perturbados con los que se había documentado, Ino parecía haber sabido controlar sus impulsos carnívoros y sexuales. El encontronazo con la dominicana en polígono y el acercamiento de la policía en su entorno lo tenía apaciguado, controlaba sus nervios, pero ¿Por cuánto tiempo?

 

Rodríguez seguía atento a las noticias de cualquier muerte del país, sus focos de la investigación se centraban en el anillo exterior a Madrid y Barcelona principalmente. Donde había una gran cantidad de diversa población y quizás menos control sobre los mismos municipios o barrios, sitios dónde los agentes hacen un poco más la vista gorda.

Álvaro había dispuesto todas las pistas sobre un gran tablero en su despacho, como decía el manual del buen investigador había que plasmar todas las ideas y conectarlas de alguna manera, sabía que algún sitió había una fuga y la tenía encontrar.

El agente seguía convencido que existían pocos focos a las fuera y dentro de las grandes ciudades donde Inocencio se podría haber escondido, sitios en los que la policía tenía la mano blanda debido a la diversidad y gran volumen de población, lo que podría hacer pasar a Inocencio Santo por cualquier persona, incluso una normal, miraba una y otra vez a la pizarra:

1º Barrios cosmopolitas y de clase obrera

2º Zonas universitarias

3º Zonas Turísticas

Su olfato de sabueso le hacía sospechar que allí dónde pudiera seleccionar mejor a sus víctimas estaría el, a pesar de ser paciente seguro necesitaría cosas de su agrado para alimentar su mente obsesiva. Rodríguez estaba convencido que sus pensamientos y su ansiedad estaban en aumento, acumulándose progresivamente a través de su mente enfermiza hasta que estallase… Y ahí estaría él para recoger los pedazos que dejase y meterlo en una jaula para que nuestra sociedad esté más segura.

Ese razonamiento le llevaba a pensar que lo más probable es que se moviera por zonas turísticas o universitarias, haciéndose pasar por un ciudadano normal y corriente, agazapado entre los arbustos esperando a su presa. Sentía que la larga sombra de su perseguido estaba a punto de tapar el sol a cualquier chica joven.

Marisa y Sara eran dos chicas jóvenes universitarias, para Álvaro había cuatro poblaciones candidatas que reunían condiciones indispensables para que este sujeto se sintiera cómodo den el entorno:

-Villanueva de la Cañada

-Boadilla del Monte

-Villaviciosa de Odón

-Leganés

-Móstoles

A pesar de ser pocas localidades acumulan mucha población, son zonas con una alta densidad de población y podría pasar desapercibido. Además, todas esas poblaciones tienen complejos universitarios y mucha gente joven va y viene a diario. Muchos de ellos no tienen familia cercana en la capital y se escapan al control de sus seres queridos. Podrían desaparecer y que nadie se percatase hasta pasado unos días.

Para Rodríguez, esos eran puntos clave para poder estrechar el cerco y buscar detenidamente en las zonas calientes. Había cambiado de estrategia, había dejado los controles, ya que eso podría ahuyentar al Monstruo, así que desplegó distintos grupos de agentes secretos que patrullarían las principales ubicaciones dónde sospechaban podía encontrarse Inocencio.

El resto de agentes comprobaban tristes como el Inspector Rodríguez comenzaba a perder la cabeza con este caso, hacía semanas que no salía de la comisaría y su aspecto físico hacía dudar al resto de compañeros cuando fue la última vez que su jefe paso por la ducha. El deterioro que estaba sufriendo comenzaba a hacerse visible para todos aquellos que le rodeaban.

Sin embargo él seguía inmerso en su mundo creando conexiones y conjeturas que le llevasen a la caza de este demonio, el único que le seguía apoyando incondicionalmente el Juan Ramirez, un joven policía que llego el mismo día que encontraron el cadáver de Marisa. Él fue el encargado de llevar al hermano a la sala para que certificase que ese montón de carne podrida era su hermana. El dolor de la familia y la atroz imagen hicieron que Juan se tomara como algo personal la captura del Monstruo Cartujano, al igual que Álvaro pero poniendo el punto de cordura que el inspector Rodríguez había perdido ya.

Entre él y el inspector habían conseguido que no le quitasen el caso, durante esa lucha burocrática, en la que Álvaro se perdía, Juan se desenvolvía como pez en el agua. El ímpetu y la lógica que uso Ramírez engancharon al Agente Rodríguez, que en seguida pidió que pusieran a Juan a su cargo.

Ahora, junto a su nuevo compañero la lucha estaría mucho más igualada y sabía que tarde o temprano darían caza al monstruo carnívoro, sus horas estaban contadas…


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