El tiempo devoró el relucir de una inesperada esperanza, limitó las puertas divinas de mi imaginación. Perdóneme, no tengo tiempo en pensar en qué será ese acto del destino, a falla de pan compré una bolsita de tiempo. ¿Comprende lo que digo?
Pues no sé ni lo que escribo.
Suponiendo que mis ideales comprenden la realidad, apeo de lo irreal y remangándome las mangas tan aristocráticas de mi camisa con estampados cortesanos, una luz me encandila dándome una grave señal, no tenía mangas. ¿Lo estaba soñando?
El tiempo, el tiempo, el tiempo ¡no consigo sacar beneficio a esta cuestión!
A falla de pan compré una bolsita de tiempo ¡qué árida puede ser la estipulación con el susodicho! Sí, a usted, miserable dueño de mi alma.
¡Ahora poseo unas inmundas mangas! ¿No eran de la aristocracia? ¿Dónde estaba el arte rococó?
Daré una única utilidad a esta contradicción, escribiré sobre el hecho y lo dictaré ante los ojos del osado.
El bolígrafo no vomita ni una sola gota de esa repugnante tinta. ¡Si no es por ti por lo que estoy así, querida tinta, es por el tiempo, no te sientas aludida!
Ahora parece complacerse ante mi afirmación. Escribo profundamente, mi muñeca hace circunferencias, ¿esto qué diablos es?
Me yergo ante la fecundidad de este relato, pues, no lo comprendo. Dudo que lo comprenda, mi memoria senil se va desprendiendo de su jefa. Au Revoir!
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