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Despertando noche tras noche en esa lúgubre y gigantesca casa. Siglos atrás, esas cuatro paredes, estaban teñidas con la paz y el amor de una familia. Hoy, no queda nada. El amor y la paz perecieron en el momento que acepte esta inmortalidad mal cobrada. Quise la eternidad cuando tuve gloria y poder, y él me la concedió. Hoy, no hay segundo que no intente seducir a la muerte. Solo, triste e infeliz. Nadie tendría que desear una vida para siempre.
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