EFECTO MARIPOSA. DIBUJANDO EL HORROR

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Conducía Juan su furgoneta de regreso a casa, era media tarde y volvía contento porque el trabajo se le había dado bien.

Canturreaba al volante mientras viajaba sin prisa aunque con ganas de llegar a casa; en cuanto pudo y vio un claro se dispuso a adelantar al camión que le precedía desde hacia un rato. Un vistazo al retrovisor, acelerón y al carril izquierdo. Acercándose a la siguiente señal de prohibido adelantar ya había rebasado al camión, pero por dejar mayor distancia ente él y el adelantado,  y viendo espacio más que suficiente antes del cambio de rasante, retrasó su reentrada en el carril derecho y pisó la línea continua de prohibición algo más de lo que seria el largo de su coche. En ningún momento, de hecho llegó al alto antes de ver el primer vehículo acercándose de frente, hubo situación de peligro…

Viendo y sin ser visto, en el alto se ocultaba, Walki en mano, el guardia de tráfico de turno que avisó al compañero para que lo detuviera en el claro donde habían dejado el coche patrulla, unos  doscientos metros más abajo. Y lo pararon.

Buenas tardes –saludó el guardia-, documentación por favor –

Aquí la tiene. Ocurre algo? –Preguntó inocente Juan_

Ha pisado Vd. La raya continua tras adelantar al camión. Voy a tener que sancionarle…

Pero Agente, Si la he pisado ha sido por dejar más espacio entre el camión y yo. Los dos sabemos que me sobraba terreno para reincorporarme, que no venía nadie de frente…

Es igual lo que diga. La línea continua no se puede pisar y usted la ha pisado y por lo tanto me veo en la obligación de sancionarle con los 400 € que maraca la ley. Deme su permiso de conducir…

Cuatrocientos Euros?  Sabe usted que yo tengo que trabajar tres días a catorce horas diarias, para que después de pagar impuestos poderlos llevar a mi casa?  Cuatrocientos euros porque esa raya la han pintado más larga por capricho y en nombre de la seguridad, me parece un verdadero abuso Sr. Agente. La ley debería ser más elástica…de hecho lo es, a juzgar por lo que veo en la prensa cada día cuando la leo por encima, pero solo cuando les conviene… y no quiero entrar en detalles…

Mire usted, Sr. Fernández, a mi no me cuente penas  ni monsergas. Ud. Ha pisado la línea continua y yo le tengo que sancionar, después puede, si quiere, recurrir la sanción, pero de momento yo se la pongo porque es lo que me mandan…

Sepa usted, Agente que otras veces les he visto mirar para otro lado y me consta que si quisiera podría hacerlo también ahora mismo, porque de lo que está totalmente seguro es que en ningún momento he creado la mas mínima situación de peligro…Y a sabiendas de eso, después de lo que he tenido que esforzarme para ganar un jornal, por una puñetera y caprichosa norma, tan rígida como usted quiere que sea, pretende quitarme el pan de casa de tres días…

A mi no me llore usted. Ya hará el pliego de descargos y veremos lo que sale…-insistia el Agente-

Los dos sabemos bien lo que sale de un pliego de descargo e el que solo está su palabra y la mía.  Por cierto: ¿Cree usted que si su compañero, el del cambio de rasante que está ahí arriba, oculto tras el pilar derecho del puente, se hubiera puesto a la vista habría pisado la línea continua?. Bien sabe que no, simplemente para que no pudieran sacarme la más mínima falta; y sin acercarme demasiado al camión…¿Por qué se esconde entonces eh? –Trataba de defenderse Juan sin darse cuenta de cómo la rabia le iba haciendo subir el tono de voz-

Yo estoy aquí para hacer cumplir la ley, entiende? Y si me sigue discutiendo le voy a poner otra  multa por desacato a la autoridad.

Le voy a decir una sola cosa más: - Ahora Juan hablo con toda la calma del mundo, casi hasta en voz baja…- Si usted me pone esa rigurosa e injusta sanción me voy a marchar  tranquilamente hacia mi destino, pero le aseguro que en el primer sitio que pueda dar la vuelta la daréy regresaré hacia aquí a tanta velocidad como pueda alcanzar el coche que supera los 181 Km/h., Me va a ver pasar a “toda pastilla” con el papelito rosa ese plegado entre los dientes tal y como como se ponen los “coes” el puñal de asalto y me voy a estrellar contra el muro de piedra que hay al otro lado de donde se oculta su compañero. Esta va a ser la primera y última sanción que me ponen en carretera después de treinta años conduciendo y no se quien la pagará. Se lo aseguro  Agente.

Déjese de decir bobadas, Coja el papel y haga el pliego de descargos y no sufra tanto por 400 €. Dentro de nada ya se habrá olvidado de ellos, ya lo verá Sr. Fernandez. Ala, tenga su papel y continúe la marcha…

Juan, con gesto sereno, tal vez demasiado sereno y tranquilo, cogió el papel, lo puso en el asiento de al lado, guardó cuidadosamente la documentación ante la indiferente mirada del agente, arrancó la furgoneta y prosiguió su camino.

Apenas habían pasado tres minutos desde que la perdiera de vista cuando, en sentido contrario, comenzó a escuchar el rugido de un motor a tope de revoluciones, miró hacia el origen del sonido y vio la furgoneta que acababa de partir acercándose a toda velocidad.

La vio pasar ante él, a una endiablada velocidad, con el tiempo justo de observar al conductor con un papel rosado en la boca…

En los pocos segundos que la furgoneta tardó en llegar al puente, el cerebro del agente se puso a trabajar a más velocidad de la que llevaba el coche igual que nos sucede en alguna situación de peligro  cuando en un instante vemos pasar toda nuestra vida en nuestra mente

- No puede ser, pensaba al tiempo que sus ojos se habrían como platos, no puede ser que hablara en serio de suicidarse por tan poca cosa. …Ahora los ojos parecían salirse de sus órbitas, la boca se le abría con un descomunal asombro,  el rostro, desencajado,  pálido… y con cuerpo totalmente petrificado, sin poder siquiera articular palabra alguna, contemplaba a Juan Fernández  estamparse con su furgoneta contra el muro de hormigón del puente al otro lado de donde se ocultaba el compañero mientras de su garganta, desde su corazón o desde lo más profundo de su alma, salía un fortísimo y desgarrador grito: Noooooo!!!.

La furgoneta se deshizo por completo, se incendió antes de que el agente cercano pudiera reaccionar ante la sorpresa. Juan quedó carbonizado. Nada pudo hacerse por él…

El agente que puso la multa cayo de rodillas al suelo con las manos en la cara, una cara horrorizada a más no poder, desfigurada más que por el golpe, el muerto o el incendio (Por su oficio había visto unos cuantos) por  actuación y comportamiento, frio y distante, con un, a fin de cuentas, simple y sencillo trabajador. Igual que él.


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