El atajo de la cuesta de la cabra Parte 1
Por Claudio Hernández
Enviado el 21/03/2014, clasificado en Terror / miedo
1346 visitas
1
La autovía acababa en el pueblo, después de ahí solo estaba
el mar. Por la montaña podías rodear el paraje y salir por
cualquier dirección sin tocar el mar, hacia otras direcciones,
y una de ellas era la cuesta de la cabra. El camino era pedregoso
y en parte asfaltado también, pero las obras todavía no
habían terminado. De modo que debías ir con mucho cuidado con
la velocidad. Aunque esta última poca podía ser debido a la gran
cantidad de curvas que existía y a que todo era una montaña a la
que rodear en altura y después bajarla casi en picado para aparecer
en otro pueblo sin tener que pasar por los controles de la policía
local en la avenida principal del pueblo.
Gale, la chica, Jim y Mack iban en el coche totalmente emborrachados
conduciendo este último. El cántico de canciones sin
sentido se sucedían en la parte de atrás del vehículo y Mack tatareaba
sin orden alguno sobre el volante al tiempo que las ruedas
del coche sesgaban por la calzada más que rodar. Bajo el control
del alcohol todo parece como más seguro, cuando, en realidad,
no lo es. Estás ocupando dos carriles y te crees que estás pasando
por una ladera como un fitipaldi haciendo una proeza.
Más adelante, en la autovía, a un extremo de la derecha, debidamente
señalizado, había un vehículo averiado. El conductor
estaba esperando a la grúa para que se lo llevara y estaba bien alejado
del coche, fumándose un cigarro en mitad de la noche, fresca
y clara. Podías ver la luna llena con toda nitidez.
Mack apenas vislumbraba lo que eran aquellas luces si es
que las veía con claridad a lo lejos, pero sí a medida que se acercaba.
Su ocupada mente ahora por las alucinaciones del alcohol
no le permitía pensar con claridad, por lo que no bajó el pie del
acelerador. En cualquier caso, no pararía y pasaría por el lado izquierdo
de las luces. Pero he aquí que ocurrió lo que nunca debe
suceder y que pasa.
El hombre del cigarrillo escuchó sonar el móvil, que estaba
en el asiento del coche, en el lado del conductor. Miró en derredor
y vio unas luces muy tenues bastante lejos como para pensar
que tendría tiempo a coger el teléfono móvil. De modo que se
arriesgó, volteando el vehículo por el lado del conductor, pero
Mack iba a una velocidad tan excesiva que se le vino encima.
Solo tuvo tiempo de ver que algo desaparecía bajo sus ruedas,
primero las delanteras y después las traseras, dando un pequeño
bote y sintió cómo algo se aplastaba tétricamente cuando
pisó el freno. Gale y Jim fueron despedidos hacia la parte delantera
del coche cuando el automóvil frenó del todo y, de forma muy
brusca, pasando de ciento veinte a cero kilómetros por hora a lo
largo de las huellas negras de los neumáticos que chirriaron a la
vez. En la parte de atrás, un humo humeante se apercibía entre
las luces de señalización y, más al fondo, en el medio la calzada,
pisando la línea discontinua había un cuerpo inmóvil.
-¡Lo he matado!- Chilló Mack terriblemente asustado.
-¿Lo has hecho? ¿Qué era?- Inquirió Jim.
-¡Una persona, joder!
Gale estaba aturdida del golpe que se dio con el asiento del
lado del conductor. Cuando finalmente volvió en sí, la borrachera
dio paso a la lucidez como por arte de magia.
-Tenemos que avisar a la policía agregó Gale en un acto
de plena bondad y obligación.
- ¡No! Estás loca, no llevo carné de conducir, me la cargaría-
Mack estaba muy nervioso sin soltar todavía el volante
y con el motor encendido, rugiendo como un demonio bajo
la luna. Va a venir alguien y me va a pillar, incluso puede
que la propia policía.
De repente, aceleró y siguió la marcha para buscar la próxima
salida y realizar un cambio de sentido. En busca de un atajo
que lo llevara a otro pueblo sin necesidad de pasar por la autovía.
- ¡Estás loco! ¿No ves que ahora es peor?- Gritó Jim-. Acabas
de complicarnos la vida- advirtió dejándose caer en el
asiento trasero-. ¿De verdad crees que no habrás dejado la
matrícula allí mismo o incluso el parachoques entero?
-No creo. No llevo matrícula desde hace unos tres días, ni
parachoques. Mi hermano lo estará arreglando todavía...
- ¡Por Dios!- Exclamó Gale-. Estupendo. Asunto resuelto.
Dos kilómetros más abajo tomó hacia la derecha, había un
desvió en el que podías realizar un cambio de sentido, pero Mack
decidió tomar el atajo por debajo del puente hacia la cuesta de la
cabra. De allí se iría hacia la zona más alta de la montaña, donde
estaban los repetidores de televisión y desde ahí bajaría por otra
carretera hasta otro pueblo, a unos treinta kilómetros del actual.
Durante unos minutos reinó la incertidumbre y el silencio allí dentro.
2
Mack estaba ahora más centrado en la carretera, que se
hacía angosta y difícil por las numerosas curvas que poseía. Atrás,
Gale y Jim estaban en silencio con ganas de vomitar por el constante
meneo del coche. En una zas las cosas habían cambiado.
De estar de vuelta de una fiesta a ser cómplices de homicidio involuntario
con omisión de socorro, como mínimo. Si la policía
los localizase serían carne de cañón. Y eso no le gustaba a Mack.
Pero tampoco podía decidir sobre la vida de los demás. Así que
detuvo el coche. En mitad de la noche.
-Vosotros no tenéis la culpa. Quiero que os bajéis del coche
ya, ahora mismo- ordenó Mack con el motor rugiendo.
-No Mack, iremos contigo. No me jodas. ¿Nos vas a dejar
aquí en mitad de la noche en la carretera o atajo más largo
del mundo?
-Dejad de discutir chicos.
-Ya os he dicho que tenéis una oportunidad. Nadie tiene
por qué saber que vosotros estáis en el coche. Os largáis y
saldréis absueltos de varios delitos. Yo asumo la responsabilidad
de todo.
- ¡Ja! ¿Y por qué no te detuviste antes?- Le interrogó ahora
Gale algo cabreada-. Ese pobre hombre o mujer está muerto
allí atrás- paro un momento para inhalar aire y continuó-, la
policía solo te habría culpado a ti por no llevar carné de conducir,
pero al menos hasta cabría la posibilidad de haber salvado
la vida de ese hombre o lo que fuera...
-¿Quieres bajar ahora? O sigo con la marcha...
-¡Haz lo que quieras! No nos pensamos mover de aquí
ahora- dictaminó Jim cruzando los brazos.
Y entonces el motor del vehículo bramó en la oscuridad y
Mack tomó otra curva en segunda.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales