Queridos ciudadanos:
Me siento en la obligación de comunicarles que estoy muy disgustada. De verdad. Estoy disgustadísima con ustedes. Disculpen mi atrevimiento pero no puedo reprimirme más. La situación es ya insostenible. Estoy harta de esta indiferencia a la que me someten día tras día desde que aparecí en sus vidas. Pero no se trata exclusivamente de eso. Si tengo la mala suerte de cruzarme con alguien de ustedes a quien acaban de despedir o alguien que acaba de suspender un examen ¡Válgame Dios! Ya puedo correr -¡ojalá!- que siempre salgo perjudicada.
Tengo sentimientos, ¿saben? Reconozco que no soy demasiado expresiva pero, demonios, ¿qué les costaría a ustedes un Buenos días por la mañana? ¿Qué me dicen de un simple Gracias cada vez que nos vemos? ¿Sería mucho pedir que no descargaran su ira en mí cuando nos cruzamos?
Aunque sé que no deben estar ustedes demasiado acostumbrados a esta clase de mensajes, ruego tengan esta carta en consideración y actúen en consecuencia.
Firmado: la papelera de la esquina.
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