El curioso caso del señor Carl Farmer
Por Claudio Hernández
Enviado el 21/03/2014, clasificado en Terror / miedo
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Normalmente, cuando escribo las historias debo hacer un
pequeño croquis de la misma antes de empezar, para que
todo cuadre bien y salga algo bonito. En este caso solo me
limito a repetir una vieja historia clásica en Boad Hill que va de
generación en generación y de boca en boca. Se trata del caso del
Señor Carl Farmer. Tan rápido como he dicho su título así será de
corta su historia.
Intensamente enamorados, Carl y Emma se juraron que el
amor sería hasta después de la muerte, y así fue. Una tarde de verano
cualquiera, con su respectivo calor, Carl Farmer, que padecía
del corazón, falleció en el acto. Cayó al suelo de forma
fulminante y, en un catacrack casi estruendoso, su cuerpo rechoncho
quedó estirado en el suelo. Emma, que estaba postrada
en la cama, inválida, no podía más que mover un poco la cabeza
y echarse a llorar. No podía hablar así, cuanto menos pedir auxilio.
Su marido era la única ayuda para ella en los últimos diez
años. El cuerpo sin vida de su esposo distaba unos dos metros de
la cama y la puerta del hogar de los Farmer estaba a siete metros.
De modo que la pobre Emma estaba condenada a morirse en silencio
de inanición ese fatídico verano si nadie se percataba de la
ausencia del señor Farmer en cualquiera de los lugares del pueblo
donde solía hacer la compra de la semana. Pero los Farmer solían
pasar largas temporadas en casa sin salir de ella. De modo que
nadie les echó en falta durante los días que duró la tragicomedia.
Un día después, la vista de Emma alcanzó a ver que el
cuerpo inerte de su esposo estaba a un metro de la cama. Mucho
más cerca de cuando cayó fulminado al suelo. Eso le sobrecogió
y alivió al mismo tiempo. Dos días después, el hediondo cuerpo
de Farmer ya estaba casi a al lado de la cama, en dirección a la
puerta de salida. Emma solo podía llorar y llorar, pero creía haber
muerto ella también, porque estaba como en un sueño. Su ángel
de la guarda, en este caso el señor Farmer estaba con ella. Pero no
era un despertar y ya está, todo sucedía en realidad. Al tercer día,
el fétido cuerpo ya estaba encaramado hacia la puerta, le faltaban
cinco metros. De modo que necesitó que pasaran cinco días más
hasta que el putrefacto cadáver llegara hasta la puerta y otro día
más hasta que sus huesudos dedos ahora tras la hinchazón pudieran
abrir la manivela de la misma para salir afuera. Al día siguiente
de esto, medio brazo en la entrepuerta dio el grito de
alarma.
Y así fue como una semana después de la muerte del señor
Carl Farmer se descubriera a la señora Emma deshidratada en su
lecho de cama. Lo sé, suena absurdo, pero así lo cuentan los viejos
del pueblo y hasta ha llegado a la ciudad. Yo aquí lo añado
porque a veces el amor es tan intenso que va más allá de la vida
misma.
Y sí, me creo la historia.
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