Relato 1: Lamentablemente sólo ocurre en mi mente. (lésbico)

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Hoy he empezado a pensar apasionadamente en usted. He comenzado a desearla, a imaginarla más allá de la sala de clases, querida profesora. Mi mente se libera de todo para darnos espacio a nosotras y nada más. Y es tanto lo que me involucro en la situación –lamentablemente sólo ocurre en mi mente, por cierto-, que puedo incluso sentirla. Siento el calor emanando de su cuerpo en acción. Siento la suavidad de su piel en cada beso que doy a su figura, a pesar de nunca haberla tocado. Admito que me encantaría perderme en usted –y nunca encontrar la salida-. Enterrarme en su cuerpo de mujer sureña, hundirme entre sus piernas e impregnarme con su exquisita esencia.

Estos pensamientos me hacen perder el control, y le advierto, Tamara, que cuando estoy caliente soy indomable. En este mismo momento, mientras la imagino con sus labios pintados “rojo viólame”, acaricio mi entrepierna inundada por un cálido océano de placer. Así estoy, totalmente palpitante y lubricada a causa de usted, de su imagen y su voz. Y sus labios. Oh, no sabe cómo los ansío en mí, recorriéndome mientras yo la recorro a usted, ambas en una perfecta sincronización, sin romanticismo por favor, al ritmo de una salvaje canción de rock.

Deseo conocerla a usted entera, completamente, no dejar un lugar inexplorado, no dejar un lugar virgen. Quiero pasear mis manos eternamente por sus pequeñas y tiernas montañas, ¡oh!, para luego bajar por su cintura de guitarra, hasta llegar finalmente al lugar sagrado, y poseer  sus bellas caderas moviéndose al ritmo del placer, con sus gemidos de fondo. Me metería tan dentro suyo, mujer, que de seguro sentiría hasta sus entrañas. Quiero marcarla, convertirla en mía, y que usted me convierta en suya.

¡Ah! Grito su nombre y caigo en éxtasis, mientras la imagino acabando junto a mí. Entonces vuelvo a la realidad, a mi habitación, donde me encuentro sola y sin usted... ¡Oh, profesora! Acérquese a mí, por favor, y permítame dar vida a estos pobres y tristes -pero ardientes y sinceros- pensamientos. Si esto ocurriese en realidad, créame, yo explotaría de emoción y excitación. Y confieso, sin descaro, que me encantaría hacerla explotar a usted también.


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