No conocía nada de lo que sus ojos alcanzaban a ver. Algo le decía que en algún momento del pasado él también había formado parte de aquel lugar. Avanzó lo suficiente para contemplar de cerca el edificio más grande, se sentía algo confuso, nada en él le resultaba familiar, pero como elemento integrado en aquel conjunto, no podía negar que ese edificio se encontraba en los ríos de su memoria. Las calles avanzaban describiendo una especie de espiral, lo que daba la sensación de que las casas eran arrastradas diabólicamente hacia ese centro, la plaza. No era posible situarse en las afueras de esa ciudad, su espiral crecía sin cesar menguando toda expectativa, para acabar abandonando cualquier intento. Los edificios desaparecían ante la vista como si alguien los hubiese arrancado de sus respectivos lugares para no mostrarlos más. Caminó durante varias horas, mientras notaba que el aire se estaba volviendo irrespirable, a lo que siguió lo que sería el principio de un ataque pánico. Qué hacia él en un lugar tan extraño y por qué todo le recordaba allí a una vida anterior. Desorientado y exhausto cayó al suelo en ese centro imaginario que dibujaba el suelo de la plaza. Por un momento pensó que su vida acababa allí, sin el menor rastro de sentido. Luchaba por robar un poco más de oxígeno, mientras susurraban sus labios un nombre casi ininteligible, y su brazo derecho se alzaba, mediante un gran esfuerzo, hacia el cielo, para perder altura rápidamente. El cielo presentaba un aspecto plomizo, para seguidamente romper a llover. Las primeras gotas cayeron levemente humedeciendo su cara para devolverle el aire justo en ese momento sus labios se sellaron y despertó de aquel sueño. Tendría el resto de sus días para averiguar el significado de ese sueño pero algo de él quedó atrapado allí, susurrando sin descanso en las noches más frías.
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