"Analizando" a Denisse.

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Denisse había sido una niña mimada. Siendo la mayor de los dos hijos, su carácter se había desarrollado sin límites ni frenos. Durante su niñez vivió algunos años en Estados Unidos y una vez de regreso siempre se sintió ajena a su propia tierra y a su familia.

Habiendo estudiado en las escuelas más caras de la ciudad, llena de turistas y estudiantes extranjeros, siempre había preferido relacionarse con gente de su clase social. Habría sido imposible esperar que se relacionara con alguien como yo, originario de un pequeño poblado del interior de Estado.

Mi historia era diametralmente opuesta: hijo de trabajadores asalariados, formado completamente en escuelas públicas e inmerso en la atmósfera provinciana de la que nunca salí.

Para Denisse, el poder que le daba el dinero era intrascendente. Acostumbrada a satisfacer el más mínimo de sus caprichos, la diversión consistía en obtener lo que quería de quien ella quería. No había manera de negarse a su voluntad... y así fue conmigo también, al menos al principio.

Nuestro siguiente encuentro fue menos estudiado. Una de mis compañeras cumplió años y se hizo un pequeño festejo. De pronto, para sorpresa de todos, llegó Denisse. Vestida con un entalladísimo vestido de lycra de color verde, lucía de manera espectacular su escultural cuerpo. Calzada con unas sencillas sandalias, contrastaba con su indumentaria cotidiana. Todos se quedaron en suspenso cuando llegó. Con una hermosa sonrisa saludó uno a uno a todos los asistentes dejándome a mí al final, con toda intención. Me extendió la mano derecha mientras con la izquierda acomodaba su cabello. Con verdadera sorpresa y deleite vi como sus mejillas se sonrojaron al contacto con mi mano. Retuvo mi mano por más tiempo que el estrictamente necesario y buscó con la mirada un asiento, ante lo que el compañero que estaba a mi izquierda se movió de inmediato, ofreciéndole su silla.

- ¿Cómo estás? - me pregunto con una voz apenas audible.

- Muy bien, gracias... ¿y tú?.

- Feliz, estoy feliz. He descubierto un mundo que no imaginé que existiera. Al decir esto, el brillo en sus ojos confirmó que realmente así era.

Reímos, comimos, jugamos, cantamos... de todo. Ella sonreía de una manera contagiosa y pronto hizo amistad con media docena de compañeras de mi departamento. Mis compañeros me miraban con cara de querer preguntar qué hacía ella ahí, sentada a mi lado, conversando y dejando muy en claro lo bien que la estaba pasando. Cuando llegó la hora de salida ella me avisó que iría a recoger sus cosas, a lo que pregunté si podía acompañarla. El rubor volvió a aparecer en sus mejillas y no contestó, solamente tomó mi mano y comenzamos a caminar.

Podía sentir las miradas de todos calvadas en aquella escena. Caminamos en silencio. Abrió la puerta de su oficina, encendió la luz y juntos entramos.

Con una suavidad increíble ella se volvió y me dio un beso largo y cálido. Sus labios recorrieron los míos de una manera tierna, cuidadosa. Cruzó los brazos detrás de mi nuca y siguió besándome. Solamente atiné a enlazar su cintura y correspondí a cada beso con la misma ternura que en ella encontraba.

- Quiero hacerte un regalo - dijo clavando una clara mirada directa a mis ojos.

- ¿No te parece que han sido demasiados ya?.

- Permíteme darte uno más... ¿se puede?

- Como tú quieras, le dije intrigado.

De su bolso extrajo un tubo de plástico, que me entregó. Volvió a besarme y dijo: Hoy quiero ser tuya de manera distinta. Hoy no me harás el amor. Hoy quiero que me cojas como no lo has hecho aún.

Su mirada había cambiado y su manera de hablar comenzó por desconcertarme. No pensé que ella pudiera pedir tal cosa con esas palabras.

Corrió los tirantes por sus hombros y dejó descubiertos sus senos, dejando caer el vestido a sus pies, quedando solamente cubierta por una sugerente tanga blanca, con un coqueto moñito entre las nalgas.

- Hoy quiero que me cojas por el culo.

Aquel vocabulario me excitó. Denisse era ahora una puta sedienta de verga. De espaldas a mí, untó su cuerpo al mío. Sin perder más tiempo me despojé de pantalones y truzas. Ella seguía el erótico juego de hacerme sentir sus nalgas acercándose cada vez a mi entrepierna.

Finalmente llegó: la totalidad de mi erección quedó atrapada en medio de aquellas monumentales nalgas... pero decidí que no era el momento. Cuando la retiré de ahí, Denisse puso cara de contrariedad, a lo que la tomé por el pelo y sujetándola con fuerza le dije: Hoy el que manda soy yo, así que no protestes, puta. Abrió los ojos llena de sorpresa y solamente atinó a decir: Como tú digas, mi amor... hoy soy tu puta.

Al tiempo que le propinaba sonora nalgada la empujé para flexionarla por la cintura, ella puso las manos en la orilla de su escritorio, levantó la cadera dejando al descubierto sus dilatados labios vaginales, abrió las piernas y cerrando los ojos dijo con tono sumiso: estoy lista para que me cojas.

Al penetrarla pude sentir la abundancia de su humedad. Mi verga entró de lleno, inundándose. Al comenzar a sacarla pude ver cómo sus labios se adherían a mi carne, produciendo una sensación increíble. Su sexo parecía negarse a quedar vacío de mi verga... la seguía con ansias, como si en ello le fuera la vida. Denisse ahogaba sus gemidos... y yo la seguía poseyendo teniendo el control de la situación.

Tomé el tubo de plástico. Contenía lubricante. Lo derramé abundantemente entre aquellas hermosas nalgas... y sin mediar pausa alguna, al sacarla de su vagina la coloqué es la reducida entrada de su culo.

Denisse tensó los músculos y se dispuso a aguantar la estocada. Comencé avanzando lentamente, empujando y retirándome gradualmente. Después de unos pocos intentos entró la cabeza de mi verga. Sentir los pliegues entre aquellas nalgas fue una sensación increíble. Empujé lentamente y mi erección comenzó a avanzar en medio de aquellas generosas posaderas.

Denisse abrió la boca, ahogó un grito y repuso el aire necesario en los pulmones.

- ¡Ya métela! - casi suplicó.

Y yo no me hice del rogar. Verla ahí, suplicando ser penetrada ha sido uno de los mejores cuadros que jamás he visto.

Finalmente hundí todo lo que podía hundir. Ella aflojó la tensión de sus músculos y comenzó a disfrutar.

- ¿Sabes? - me dijo con voz entrecortada - hoy hiciste lo que jamás pensé que alguien podría hacer: has entrado en mi culo... y yo lo estoy disfrutando como no te puedes imaginar.

La llené de semen. Ella me abrazó emocionada.

- Considérame completamente tuya. ¿Oíste? Com-ple-ta-men-te tuya, dijo remarcando cada sílaba con emoción.

Nos dimos un beso y nos perdimos en la noche, cada quien por su lado, soñando despiertos el uno con el otro.


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