Me esperas como un fantasma de invierno,
entre las once y la fría madrugada.
El recuerdo de días pasados y tardes olvidadas,
que me susurran al oído sucesos de viejos días,
tan gastados como mis ojos al ver sus fotografías,
entre el sonido de pasos ajenos en la calle y el ritmo de la música que me arrulla a media luz.
Hechos de eterna duda, como tatuajes en mi memoria,
pasajes que se repiten por siempre a las 3 de la mañana,
tus ojos, tus manos, tus labios tu adiós.
Estas a medio mundo de distancia
y no dejas de estar a mi lado, cada día y sobretodo cada noche,
te gusta llegar entre las sombras
y el silencio de un cuarto que se siente cada vez más vacío,
y cantarme esa dulce canción de risas y caricias,
para poder regalarme después una noche en vela,
con el si hubiera en mi cabeza una vez más.
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