Unas veces, la desesperación conlleva un único motivo, otras, sin embargo, es un cúmulo de infortunios y desdichas que hacen qué tu persona quede sumida en un agujero de profundidad casi ilimitada, en el que se encuentran tus pésimos recuerdos y tus peores pesadillas acumulados uno a uno sobre tu cabeza ejerciendo una presión sobre ti, que aumenta a cada centímetro de tu caída. Cada vez más lejana, una pequeña luz al final de aquel terrible agujero se estrecha y pierde nitidez, como diciéndote adiós; ¿Nos volveremos a encontrar? Quién sabe, tal vez con el paso del tiempo, consiga agarrarme a alguna imperfección de mi opaco túnel y escalar por el, aunque la gravedad no ponga demasiado de su parte, ley de vida, un centímetro arriba, dos abajo. Si conseguiré o no llegar algún día a la luz de mi persona, de mi esperanza, nadie lo sabe, solo el paso de los minutos de las horas y de los días lo dirá.
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