Jimmy I

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Mi nombre es Elsa, tengo 18 años y vivo en California. Soy la típica rebelde que solo escucha música punk rock y metal, me escapo de casa para ir a fiestas y me visto con media rasgadas y ojos muy marcados de negro. Tan típico.

Una noche de octubre me escapé de casa como hacía habitualmente y fui con mi amiga Hanna a ver una banda amateur en los suburbios de la ciudad. Tomamos un bus y al llegar allí entramos en el bareto y pillamos unas cervezas.

Hanna se acercó a la tarima, donde se encontraba la banda afinando los instrumentos, para intentar ligar con alguno de ellos, no tuve más remedio que seguirla.

-Hey chicos, suerte con la actuación.- Se dirigió a todos.

-Gracias.- Dijo muy brusco el batería.

-Eh tú, la rubia platino, ¿no eres muy pequeña para estar aquí?- Me preguntó en tono de burla uno de los guitarras.

-¿Y tú no eres muy mayor para andar con cretas cuando estás medio calvo? ¿Qué tienes? ¿Treinta tacos o más?- Rebatí.

-Joder tía.- Dijo el bajista bajándose de la tarima con media sonrisa.- Soy Jimmy.

-Elsa.

Jimmy era alto, diría que un metro ochenta, tenía el pelo totalmente negro y algo largo. Sus eran azulados de rasgados. Llevaba una camiseta ajustada que marcaba sus abdominales. Estuvimos hablando, de todo y nada y a cada palabra que gesticulaba yo me iba poniendo cada vez más cachonda. Me traía loca, su boca era muy sexy y no dejaba de mirarla. De repente dejó de hablar y miró fijamente mis labios, entreabrió la boca y se acercó hacia mí despacio. Fue un roce casi imperceptible y luego me besó intensamente, su lengua, mi lengua y sus manos agarrando mi cintura. Me ponía cada vez más cachonda y el calor me subía hacia arriba quemándome como el en infierno.

-Ahora tengo que tocar, espérame, quiero hacerte disfrutar como ningún otro te lo ha hecho.- Dijo susurrándome al oído y mordiéndome el lóbulo de la oreja.

Después del concierto bajó rápidamente del escenario, cogió la funda de su instrumento y me pasó las manos por los hombros. Salimos del bareto y caminamos hasta su casa, que estaba cerca de allí, sin decir palabra pero la mirada lo decía todo. Abrió ansioso la puerta mientras me dedicaba una sucia sonrisa, entramos, dejó el bajo en el suelo y se abalanzó sobre mí. No besamos furiosamente, jugueteaba con su lengua y aún no habíamos pasado de la entrada. Me acorraló contra la pared y me cogió en peso hasta llevarme a su dormitorio. Me depositó en la cama y se colocó encima mía.

-¿No crees que nos sobran las ropas?- Me susurró.

Me zafé de él y lo senté en el borde de la cama mientras yo me deshacía de la ropa con un pequeño bailecito para él. Me quedé solo con la ropa interior cuando le ataqué y me deshice de su camiseta, dejando ver su escultural torso.


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