Cuando por fin terminamos, me dirigí a los vestidores con algo de prisa, Gabriel venía detrás de mí. Entramos los dos y nos dirigimos al centro del pequeño cuarto. Voltee a verlo y él a mí. Sentí la necesidad de besarlo así que me acerqué hacía él pero me detuvo.
-Tranquilo-dijo sonriendo-, esperemos a llegar a mi casa y estar más tranquilos, ¿te parece bien?
-Claro, claro... ehm lo siento- Su forma de verme me paralizaba, era como si pudiera ver lo que pensaba, como si sus ojos grises pudieran traspasarme. Ningún chico me había hecho sentir lo mismo antes.
Empezó a desvestirse. Se quitó las zapatillas negras y las mallas. Tenía unas hermosas piernas torneadas, llenas de músculos y con muy poco vello, el cual hacía resaltar su masculinidad. Él, a diferencia de mi, no usaba leotardo, sino una simple camisa negra de algodón. Se la quitó y pude ver su gran pecho y su delicioso abdomen lleno de músculos, el cual terminaba con unas líneas en V que llegaban directo a donde estaba su bulto. Me quedé paralizado viéndolo. Sólo quería correr y lamer su 6-pack, lamer su ombligo y poder quitarle el suspensorio y sacar su pene, tomarlo, acariciarlo y poder saborearlo, meterlo en mi boca y que me llegara hasta la garganta, que me tomara del pelo y me hiciera metérmelo más y más hasta que...
-¿Disfrutas la vista?-Su pregunta me despertó de mi fantasía. Ahora se estaba poniendo un pantalón de mezclilla sobre su suspensorio.
-Sí, un poco. Tienes un cuerpo muy, muy hermoso.-dije mientras me cambiaba.
-¡Oww! Gracias, tu también tienes lo tuyo, ¿Eh?-dijo mirando mi suspensorio, donde notablemente sobresalía un gran bulto. Me reí y él sonrió. Sonreía de una manera que te hacía sentir reconfortado, como si todo fuera a salir bien.
Terminamos de cambiarnos, nos despedimos de la maestra y nos encaminamos a su casa. Las calles estaban con muy poca gente, el sol pintaba de cien colores el cielo, verde, azul, morado, rosa, naranja, rojo...
-¿Vives muy lejos?
-No, solo a 5 minutos caminando.
Mi corazón palpitaba tan fuerte que podía escucharlo en mis oídos. Caminamos por varias calles hasta que llegamos a la entrada de un callejón.
-Esta calle es muy fea, pero no mide más de 100 metros, podemos pasarla rápido, ¿ok?
-Sí, entiendo, rápido.
-No quiero que te pase nada malo.
Entramos al callejón y de verdad que era feo, lleno de basura y ruidos de ladridos de los edificios que lo rodeaban. Gabriel comenzó a caminar más rápido y yo detrás de él cuando de repente se detuvo, me tomó de la mano y seguimos caminando.
Wow. Me esta tomando la mano, de verdad lo está haciendo. Él me está protegiendo como un novio protege a su novia. De verdad, es tan lindo para ser real.
Salimos del callejón pero no me soltó. Llegamos a una zona de casas muy lujosas y bonitas. Cruzamos el jardín de una de ellas, sacó un llavero dorado de su bolsillo y abrió la puerta de madera oscuro sin soltarme la mano.
-Pasa por favor.
-Mil gracias.
Entre y una cálida luz me inundó. La casa era de madera oscura, iluminada tenuemente por lámparas bien distribuidos por la casa. Había una pequeña chimenea apagada de gas en una de las paredes. Una gran pecera llena de peces de agua salada de mil colores. Era una hermosa casa con un hermoso dueño.
-¿Quieres algo de tomar? Mis papás no están en casa y mi hermano sigue en su práctica de futbol, así que tenemos mucho tiempo a solas-dijo quitándose la sudadera azul.
-Un vaso de agua, por favor-respondí sonriéndole.
-¡Perfecto! Mientras voy por él por favor ponte cómodo, es tu casa-dijo desapareciendo por una puerta de cantina.
Me senté discretamente en el enorme sillón color chocolate con mi mochila entre las piernas. Una gran pantalla de plasma apagada estaba enfrente de mí, pensaba prenderla pero me resistí, a fin de cuentas no era mi casa.
Gabriel regresó con un vaso con agua y se sentó a mi lado, su rodilla rozaba la mía.
-Aquí tienes, hermoso.-Al decir esto sentí un disparo en mi pecho. Nadie me decía hermoso desde hacía mucho, mucho tiempo.
-Mil gracias, lindo.-traté de corresponder al cumplido. Dí un pequeño trago y lo deje en la mesa de caoba de un lado.
Nos miramos un instante. El tomó mi cintura y se acercó hacia mí. Nos besamos, primero tiernamente y después de una manera apasionada. Sentía su lengua en mi boca, su saliva en mis labios, besaba increíblemente. Él tomaba mi cintura y la acariciaba, y cada vez que lo hacía o sentía como mi pene ensuciaba de pre-semen mi suspensorio. Gabriel se recostó en el sillón y yo quedé encima de él. Yo lo besaba como mejor sabía. Metía mi lengua y la enroscaba con la suya, le mordía el labio inferior despacio y metía mi lengua en su boca para comenzar de nuevo, mientras frotaba la línea de mi trasero sobre el bulto sobre sus pantalones de mezclilla que el pronto desabrochó sin dejar de besarme. Me quité la playera y le ayudé a quitarse la suya. Le besé el cuello, con la punta de mi lengua le lamí de la clavícula a la oreja, el gemía de placer. Empecé a bajar hasta llegar a sus pezones, los besé, los lamí y los succioné como si quisiera leche, y de verdad que quería leche, su leche.
Seguí lamiéndolo hasta llegar abajo del ombligo, lamí sus líneas V y le baje más el pantalón. Comencé a chupar su enorme bulto encima del suspensorio. Podía sentir su pre-semen en mi boca, sabía salado y eso me volvía loco. Pegué mi cabeza en su entrepierna que olía a algodón y suavizante y seguí lamiendo. Gabriel rápidamente se bajó el suspensorio, dejando que saliera su bello pene de 20cm. No lo dudé y lo metí a i boca, sabía salado y estaba húmedo. Lo metía lo más que podía a mi boca, al inicio solo llegaba al paladar, luego mi garganta se dilató y llegaba a mi campanilla, después de un vaivén entró todo. Mi cara estaba en su vello púbico y todo su pene dentro de mí. "Dios, adoro ser gay" pensé y seguí chupando, primero lentamente y después con una locura desenfrenada. Gabriel me tomó del pelo y me hizo metérmelo todo, yo me sentía como una puta y amaba eso.
-Me voy a venir, me voy a..AHHHHH!
Su delicioso líquido blanco me llenó la boca, la garganta y la cara. Me lo tragué y quería más. Sentía ese sabor chistoso en la boca y el semen caliente en mi cara.
-Más leche, papi-dije sin pensarlo con una voz infantil.
-Espera un rato, chiquita-respondió Gabriel entre risas.
Me recosté en su entrepierna, con su pene en mi mejilla y la cara llena de semen, sonriendo, esperando más leche. Gabriel jugaba con mi pelo cuando su voz rompió el silencio.
-Te quiero, Leo.
-Y yo a tí, Gabriel, y yo a tí.
Continuará.
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