Hay cosas que están tan lejos que su recuerdo no sirve, aunque hay domingos en que las parcas tiran demasiado fuerte de sus hilos y la muy taciturna Vurd1 a veces logra cercenar los cuellos de los que van distraídos, acaso muy admirados por el presente o imprudentemente distantes de la secuencia. La trayectoria de las luces es tan siniestra que no se deja ver, y no la entendemos: sólo sirve para jugar. Así el tiempo está cansado de pasar frente a nosotros y llegará el momento en que le dirá al sol, cese el choque de sus átomos y apague su incendio, dejando sin alma a esta infausta galaxia tan distante de las otras.
Entretanto, de tan compleja y efímera, la vida se gana mala fama hasta que, al final, no importa que se vaya y se lleve todos sus trastornos en el baúl de donde nos sacó. Y mientras la distancia entre ella y nuestro cuerpo se hace cada vez más pronunciada, aparece la muerte y nos llama la atención, nos pregunta el nombre, nos dice el suyo y, además, si podemos ser amigos. Aburridos le decimos que sí y, mientras a su mesa tomamos el té, lo que era nuestro se guarda como reliquia, se ambiciona con egoísmo o se desecha como bazofia.
No se le puede pedir más colores al cielo, ni más sucesos al Tiempo. Según un médico loco2, ahora nos queda la guerra química y un montón de templos coloridos3 que sólo excitan los cerebros de la purria ignara e irritable. Tan eficaz fue el masivo e histórico suicidio humano y tan bonitos los relojes que inventamos para bautizar aquello que no se rige con nuestras leyes y que se está cansando de contemplar nuestras idioteces.4
Notas:
1 O Urdr, una de las tres nornas (o parcas) de la mitología nórdica que teje el hilo del pasado.
2 Nostradamus.
3 Televisor, según éste.
4 Tiempo-Dios.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales