Son como hormiguitas, van de contenedor en contenedor, todo les sirve, van tirando de sus carritos de bebés totalmente desvencijados. Son invisibles para el resto de ciudadanos que pateamos diariamente las ciudades. La mayoría eran de etnia gitana, del Este de Europa, ahora con la crisis los hay africanos, latinoamericanos y hasta españoles.
Estoy en una cafetería de Bilbao, desde su amplio escaparate veo a un joven que mira en el interior de los contenedores, llama mi atención porque va vestido con un traje gris claro, un joven como se dice con muy buena percha, muy elegante. Por su aspecto es impensable verle escarbar en los contenedores, le sigo con la mirada, lo que ha rescatado del contenedor de desechos; lo deposita en su carrito de niños desvencijado cargado de chatarra, miro como se aleja elegantemente empujándolo.
El camarero me dice que es español, son los bares de la zona los que a las mañanas se encargan de darle el desayuno. Hay una vecina que le baja todos los días la comida. Por las mañanas a la vez que desayuna lee la prensa, cuando ha terminado al salir del establecimiento siempre pregunta ¿Qué les debo? Nunca le cobran nada, da las gracias muy educadamente y cortés. Se va a realizar su labor rutinaria.
La elegancia no es cuestión económica, sino más bien una actitud.
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Alvaro Villa Rey
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