El sueño me impedía pensar con claridad. Estaba a punto de perder la conciencia, pero el terror hacía que mis ojos no se cerraran del todo.Sabía que más tarde o más temprano él me iba a atacar y que sería mi fin, pero no se iría de allí sin haberse llevado un recuerdo mío.
Él atacaba a sus víctimas sin previo aviso, por la espalda, y las llevaba a su lugar preferido, su santuario. Allí las hacía sufrir de tal manera que lograba lo que tanto ansiaba: un grito de auténtico sufrimiento. Después de eso las dejaba marchar, pero tan humilladas y marcadas que ya no eran las mismas de por vida. Eran auténticos cadáveres vivientes, simples autómatas.
Yo, como estudiosa que era de su forma de actuar, sabía lo que ansiaba y lo que le daba más satisfacción. Cuando me atacó por la espalda y me tiró al suelo aún no sabía quién era. Lo supe cuando dijo las palabras mágicas: ya no vas a ser la misma durante toda tu vida, te arrancaré el alma. Estas palabras siempre las decía después de derribar a su presa. Me lo relató la última víctima después de someterla a hipnosis, ya que de otra manera no hubiera sido posible arrancarle palabra alguna.
Esta vez fue diferente. Me ató las manos y los pies y me amordazó. Me llevó a su escondite y allí, frente a mí, estuvo contemplándome un rato.
-Ya sé quién eres-me dijo
-Como ya sabes mi modus operandi haremos algo original, diferente. Te atacaré cuando te duermas. Será más interesante y excitante. Quiero saber si el grito de dolor es el mismo, si sufres igual que ellas.
-No te voy a dar ese gusto-le respondí.
-Sí que lo harás. Más tarde o más temprano te dormirás y ahí estaré yo, despertándote con un dolor que no podrás imaginar.
Estuvimos así durante dos días, pero al tercero no pude aguantar más y cerré los ojos. Pero estaba preparada para su ataque, para lo que iba a pasar a continuación.
Lo que nunca pude imaginar es que él también sucumbiría al sueño y con ello que el cuchillo que llevaba en la mano se caería cerca de mí. Lo vi en cuanto me desperté. Siempre me quejaba que nunca no lograba dormir más de dos horas seguidas, pero ahora le daba gracias a Dios por ello.
Logré alcanzar el cuchillo con los pies atados y ponerlo un poco en vertical para cortar las cintas de las manos. Luego me corté las de las manos. Estaba libre, pero con ese bestia dormido cerca de mí.
Desde hace unos días que lo martirizo profundamente y los gritos que salen de su garganta son más de un animal que de una persona, pero me satisfacen profundamente. Lo tendré así tantos días como víctimas ha tenido. Luego lo dejaré a su suerte.
-Hemos encontrado un hombre blanco, semidesnudo y con marcas profundas en el cuerpo. Parecen de cuchillo.
-¿Le habéis podido interrogar?
-Ha sido imposible. Parece un cadáver andante. No suelta palabra alguna. Además, no tiene huellas dactilares que nos posibilite la identificación.
Desde hace unos años que está en un psiquiátrico. Pero siempre hay alguien que le visita y le habla. Cada una de las víctimas que él logró y que ahora van recuperando su cordura a costa de la suya.
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