LOS IMPREDECIBLES

Mientras recordaba que con letales rayos lo atacaban monstruos de múltiples brazos y armas, buscaba el botón. Al principio lo eliminaron, eran impredecibles. Pero aprendió a adelantarse; sabía dónde estaban y se anticipaba cuándo aparecían. Se sentía superior cuando el sistema lo felicitaba; subió nivel tras nivel hasta ostentar el máximo prestigio en la bitácora. Cuando llegó a la cima celebró solo, oprimió el botón para apagar la pantalla y se fue a la cama; le parecía ridículo ver televisión, era muerta y sin acción. Durante el sueño pensaba en sus enemigos; veía los ojos de aquellos seres acechándole tras los muros de los laberintos que habitaban, entonces repasaba mentalmente aquellas galerías para que no lo sorprendieran.

El día que su madre rompió la pantalla, el laberinto lo había llevado a un espacio grande, donde había muchos oponentes. Como de costumbre, entró disparando y les dio a todos. Fue una gran matanza, dijo su sistema interno con profunda voz. Nuevamente era el triunfador del máximo nivel. Se sentía grande, ¡magnánimo! Quiso apagar la pantalla, pero ¡no encontró el botón! Sintió un breve temblor en todo su cuerpo. Como un ávido asesino frente al acto perpetrado se desconoció. Estaba rodeado de policías. Inerme contemplaba la imagen lívida de sus compañeros, quienes yacían agónicos, ensangrentado el patio de la escuela.

Bogotá, 2002?