Cercanías

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La comunicación es un arte tan sencillo como provocadoramente difícil. Además, lo que puede funcionar en unas personas puede ser complejo y distante en otras, por lo que sólo la experiencia y los éxitos en este territorio alcanzados con un don o talento natural llevado de la mano de la voluntad pueden presumir del desarrollo de la oratoria o de la escritura como bases para relacionarse, negociar o extender los pensamientos, las opiniones y las ópticas existenciales.

Uno cae bien, gusta, cuando se le ve cercano, cuando se aproxima de una manera espontánea, puede que intencionada o no, y nos cuenta lo que piensa y lo que es entre valoraciones, pareceres y hechos que han de concordar con lo que se realiza cotidianamente.  No podemos ser distintos de lo que decimos ser. La cohesión y la coherencia comunican: lo contrario no.

En comunicación funciona la cesión, la intermediación, la búsqueda del consenso, el uso de palabras y de situaciones sencillas para que se entiendan bien. En este mismo sentido, hay que procurar cercanía. Lo que llega al corazón alcanza el intelecto. La cuestión es cómo hallar una visión equilibrada de modo que no pongamos en práctica la tentación de llamar la atención desde el continente por encima del propio contenido. Esta actitud está condenada al fracaso a largo plazo.

Se espera de quienes conocemos que sean cercanos, que tengan confianza, que la otorguen también. La fe mueve montañas, nos traslada hasta ubicaciones donde nos decimos que es posible cualquier afán, cada proyecto afrontado, que consideramos, desde esa postura, realizable.

No hemos de brindar muchos consejos. Lo importante es que, observando las cuestiones desde premisas relativas, busquemos las intenciones desde una emotividad que opere. Cuando perseguimos ilusiones, sentimientos, eventos, elementos y conceptos que tengan que ver con el corazón, nos sabemos y entendemos, pero no debemos “estirar la realidad” más de lo preciso.

Los acercamientos invitan a que los itinerarios fructifiquen, a que sean en la lealtad y desde la máxima capacidad. Hemos de comprometernos con verdades que nos hagan figurar donde debemos, con mesura, con alegría, con unas joviales finalidades que nos hagan sentirnos eternamente jóvenes. Podemos hallar, si nos damos la mano, las promesas fraguadas que nos permiten recorrer los espacios más peculiares y veraces.

Palabras similares

Los términos o vocablos que consideramos similares son, a su vez en este caso, cercanos en el doble sentido. Así, por ejemplo, cuando nos referimos a la contigüidad, determinamos que nos hallamos juntos: debemos advertirlo así, y demostrarlo con los hechos cotidianos, y no sólo con las palabras. También esta interpretación supone entender que no estamos yuxtapuestos, sino complementados.

Otra voz entendible en este mismo ámbito es la de proximidad. Sí, es asimismo estar pegados en lo espacial y en lo temporal, y no exactamente en sentido literal, sino en la visualización de las ideas y de los comportamientos de cada jornada. Por nuestros hechos nos conocen, nos damos a conocer. Si empatizamos y simpatizamos, seguramente estaremos, en paralelo, cerca de los demás.

Cercanía equivale a vecindad. Aludimos a que estamos en el mismo bando, en idéntico paraje, en un emplazamiento conjunto. Nos vemos, y nos reconocemos. La experiencia es sincera, de puesta en común.

Hay quienes no saben que el trecho más corto en las relaciones, incluso en las diferencias entre dos o más personas, está en la línea recta, a partir de la cual pueden mejorar muchas perspectivas.  Es cuestión de verlo así: no se trata de darnos más y más explicaciones, sino de entenderlas.

Igualmente nos referimos, con otro término, a compañía. No es bueno que nos traslademos en soledad. Realmente lo que precisamos es compartir para sabernos con significación en los progresos societarios, que deben dispensarnos mejorías desde las emociones y los raciocinios que podamos fermentar. En todo caso, debemos mantener la certeza de que la cercanía se demuestra ejerciéndola. Prueben.

Juan TOMÁS FRUTOS. 


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