Te considero mi placer

Te considero un placer.

Quizá, por eso observo desde el ángulo opuesto de la habitación, aparentemente distraída en mi gesto y, sin embargo, sin perder detalle.

Ahora cruzas la pierna, sueltas un susurro de desquite hacia una afrenta perdedora o enciendes un cigarrillo de nuevo cuidadoso con la cerilla.

Estás convencido de que he perdido la pasión por ti. Ya no te hablo con vehemencia ni coloreo tu persona con mi mirada delatada, como años atrás.

Y es que te considero un placer, y me reprochas frialdad.

Tras nuestro último peregrinaje por los juegos de seducción, que acompañaron el destape de nuestras atormentadas almas hacia un cielo despejado, decidí que quería mantener aquella huella esencial. Tú esencia llegada a mí, por fin y sin tapujos.

Desde entonces cojo el fino hilo de tu presencia y enhebro nuestra convivencia convencida de que la vida es una y me has bordado. Tú: en lo más profundo de mi ser.

Y es por ello que estoy convencida de que nada que diga o deje de decir hará más que empañar el cristalino ventanal por el que mi retina te ve, mis oídos siguen tu ritmo, mi olfato percibe tu aroma a enebro.

Soy feliz en mi silencio, y sé que aunque ello te inquiete no te hace sufrir, porque sé que, en el fondo percibes que, yo…

Te considero mi placer.