EL PIRATA ENAMORADO

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Navegaba de perfil y sin rumbo fijo, con agua calma o con mar difícil, un bizarro pirata enamorado de la Luna.

Por fuera asustaba pero tenía el alma de plata y su corazón todo lo daba.

Se paseaba por la cubierta con el catalejo y no observaba a las galaxias porque el instrumento no alcanzaba y no sabia que existian, pero si miraba a las muchachas cuando se acercba a las playas y a las sirenas cuando tomaban el Sol en la isla que habitaban.

El casco de su barco estaba hecho de roble con toneles de vino noble, que conservando su regio aroma perfumaban desde la popa hasta la proa.

Las velas de su bajel eran de papel y el era cocinero y era timonel.

Resolvía sobre los rumbos, miraba la brújula y se enfrentaba a los vientos.

Y era mas valiente que el pirata de Espronceda.

Con una escoba de peces barría la cubierta cien veces, desde el alba hasta el anochecer.

Y le ocupaba tiempo el cuidado del velamen que con la lluvia se empapaba y con el viento se rasgaba.

Tenía su barco dos cañones por banda de porcelana de la China que eran ornamento tanto de estribor como de babor.

Y por fragiles y bellos no disparaban pólvora los cañones aquellos, sino por el contrario los lustraba el pirata a diario con seda estampada, como la que lucen las bellas damas italianas.

Llevaba el aventurero una barba desgreñada que era pelirroja y entrecana. Un ojo era de esmeralda y tenía un diente rubí y otro de diamante.

Portaba espada de cristal con puño de coral y siempre supo enfrentar hasta al mas fiero vendaval.

Donde le faltaba la mano se veía un garfio de oro bien lustrado que tenía la punta engarzada con una perla que encantaba.

Calzaba bota en una pierna con la suela agujereada y la otra se apoyaba en una pata de madera colorada.

Acariciaba su piel el aura que empujaba su bajel y buscaba afanoso mirando hacia la Luna un beso ardoroso.

Era apasionado este pirata y habiéndolo llamado una sirena con su canto claro de ella quedó prendado olvidando que estaba enamorado, y aquella se lo llevó raptado al fondo del mar.

Pero la Luna celosa conociendo historias de marinos atrapados y de barcos que se estrellaban en las rocas filosas, extendió sus brazos de nácar brillante y rescatando al bucanero incostante de la perversa sirena, devolvio al pirata a su nave.

Y queriendo complacer al navegante le regaló velas de seda fina para que cambiara las de papel y le dio alfombras de Persia para que adornara su bajel.

A pesar de la atenta mirada lunar una sirenita muy bonita que renegaba de la maldad de las demás sirenas y que sonreía y se sonrojaba se acercó al pirata y acariciándole la barba hirsuta le dio un beso apasionado dejandolo enamorado para siempre al intrépido aventurero del mar.

Desde entonces jamás se separaron y vivieron juntos esa aventura enamorada, el pirata que tenía una pata de madera colorada y la sirenita que reía y se ruborizaba.

Ambos emprendieron juntos el viaje sin fin a la mítica región de Trapalanda y en esa eterna luna de miel no comieron perdices  porque no encontraron pero fueron muy felices.

Colorín...Colorado...

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