Respiraba amor cada vez que ella le daba su aliento. La miraba, y sus ojos semejaban
reflejos de Luna en el mar. Temblaban sus manos cada vez que su cuerpo acariciaba.
Sublimes pensamientos inundaban su mente cuando ella le hablaba.
Hoy, por fin, había llegado el momento. Ya estaban casados, esta noche
sería la culminación de todos sus sueños, esta noche, después de fiestas y felicitaciones
de amigos y familiares, tras la tarta nupcial, y todos los agasajos propios del aconteci_
miento vivido, esta noche, por fin, estarán solos.
Unos golpes en la puerta los distrajeron, después de unos minutos en el
lecho nupcial, alguien los interrumpía, en su primera noche. Con gran delicadeza,
deposito un beso en su mejilla y se dirigió a la puerta mientras anudaba su azulado
batín. Abrió con suavidad la puerta de la habitación y dejo que una tenue luz se filtrara
hacia el interior. Allí estaba su madre, que con rostro de preocupación, y con un gesto
apenas perceptible, para quien no estuviera mirando, entró en la habitación y...
mirando con cariño a su hijo le dijo: - Póntelo, pónselo.
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