Los regalos de de Denisse - Emma, la sofisticada (Continuación).

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Me tomó de la mano y con suavidad me condujo a una recámara muy amplia y confortable.

Emma fue bella desde muy pequeña. Su hermosura siempre la distinguió de entre los demás. Sus padres eran ya cuarentones cuando ella nació, siendo hija única. Su padre fue un destacado ingeniero mecánico contratado para montar algunas plantas industriales en la zona y aunque sus ingresos eran fuertes, su gran espíritu humanitario lo llevaba a hacer grandes donaciones a instituciones de beneficencia.

En un horrible acontecimiento, los padres de Emma fueron asesinados con saña en el interior de su propia casa mientras ella estaba en un viaje después de terminar la universidad.

Su mundo se derrumbó y encontró refugio en su carrera como modelo, ascendiendo con una velocidad vertiginosa. Conoció a Denisse durante un par de campañas publicitarias en que trabajaron juntas. Se hicieron excelentes amigas y la confianza entre ella parecía ser infinita.

Con delicadeza quité su sostén, dejando al aire un par de senos perfectamente naturales. Sus pezones eran rosados y de una dureza exquisita. Al sentir el contacto de mi lengua en esos puntos, ella se estremeció. Al tiempo que la estimulaba con ligeros mordiscos y chupetones en esas dos perfecciones, busqué sacar de lugar las bragas, siendo ella quien las eliminó sin mayor contemplación, después de lo cual se tendió largamente en su cama.

Cuando sus gemidos subieron de intensidad, me dirigí a su entrepierna. Descubrir esa deliciosa entrada, resguardada por un bosque de color tan rubio como su cabeza, fue bello. Mi lengua recorrió la unión de sus labios, aquello fue una competencia de humedades. Comencé a invadir su dulce intimidad, avanzando con calma, sin precipitaciones, hasta hacer florecer aquellos pétalos, que se abrieron sin reserva. La lengua en su clítoris y el dedo oprimiendo firmemente su botón interno correspondieron a su buen trato para conmigo. Recordando una vieja referencia del Kama Sutra, comencé a dibujar el abecedario al interior de su entrepierna. Variando la presión, la delicada rubia comenzó a reaccionar. De los estremecimientos silenciosos, pasó a los tremores acompañados de gemidos y gritos contenidos... y de ahí, a los movimientos desaforados y las exclamaciones sin restricción. En un reflejo involuntario, mi dedo medio encontró el resquicio redondo que se escondía entre sus firmes nalgas. Empujé suavemente . . . ella se tensó . . . sin abrir los ojos preguntó: ¿prometes ser tierno?. La respuesta mía fue un tímido "sí".

- Hazlo con delicadeza, por favor - y se abandonó por completo.

Sentir en una sola mano el ritmo alternativo de su entrepierna, experimentando la presión sucesiva de labios y nalgas, es uno de los recuerdos más excitantes que conservo.

Su orgasmo fue explosivo, profundo, prolongado. Sus estremecimientos parecían interminables. Poco a poco sus músculos se fueron distendiendo, hasta quedar desmadejada, con brazos y piernas extendidas. Me tendí a su lado. Ella se cubrió con la sábana de su cama.

Después de un par de minutos ella pareció regresar de su viaje al éxtasis.

- Denisse sigue siendo una experta en lo que le interesa - dijo soltando una sonora carcajada.

- ¿Te parece?

- Por supuesto, mi amorcito.

Se abalanzó sobre mí, colocándose con una pierna a cada lado de mi cintura e inclinando el cuerpo para acercar su cara a la mía. Ver aquel cuerpo completamente desnudo era un espectáculo. Su cintura seguía pareciendo imposible por la estrechez. El ensanchamiento de las caderas y la curva de las prominentes nalgas le daban un toque estético más allá de lo sexual. Los senos son perfectos, sin marcas ni imperfecciones, cubiertos por un finísimo vello casi transparente, que produce un tacto electrizante. Desnuda, su piel parecía menos blanca y adquiría un tono bronceado espectacular. No hay zonas más claras en su cuerpo, típicas en las franjas de senos y entrepierna. Emma es físicamente perfecta. Sus grandes ojos de un color café claro son expresivos, los carnosos labios que delimitan su boca tienen el volumen exacto para armonizar con la nariz, respingada y finamente trazada. Hasta las orejas tenían el tamaño y forma ideales para formar parte del conjunto.

- Eres un misterio para quienes conocemos a Denisse. Siempre había sido alérgica a los hombres y, así, de pronto, llega hablando maravillas de ti. Créeme: le cambiaste por completo la vida. Después, resulta que María, la que siempre analiza, razona y decide, me dice que la vida ahora para ella es tan distinta que no lo puede creer. La verdad es que no entiendo.

- Me parece que todo gira en torno a la capacidad que tenemos de sentir. Cuando hemos sido lastimados nos negamos a seguir sintiendo. Eso acaba con lo mejor de la vida. Si no sientes, no vives.

- Creo que comienzo a entender lo que ellas encontraron contigo.

Su siguiente beso fue apasionado, largo, absorbente. Me quedaba claro que estaba lista para seguir descubriendo sensaciones. Su piel aterciopelada recorrió la mía, llena de esas marcas que la vida deja en los simples mortales.

Tomó mis muñecas con sus manos y las llevó por encima de mi cabeza, inmovilizándolas contra el colchón. Después volvió a los besos, pero ahora por mi cara, cuello, pecho... regresando por momentos a mi boca. Cuando intenté bajar las manos para acariciarla también, clavó fijamente sus ojos en los míos y dijo: "es mi turno, mantén las manos donde las tienes".

Cerré los ojos y me concentré en disfrutar el contacto de Emma en cada centímetro de mi piel. Al principio tímida y algo torpe, después de 5 minutos de ejercicio, su habilidad se había multiplicado. Me pidió colocarme boca abajo... y siguió su rutina, sensibilizando cada rincón de mi cuerpo.

Emma había aprendido la lección de manera perfecta: el secreto está en buscar sentir y despertar sensaciones en uno mismo o en la pareja que permitan conocer mejor las posibilidades de una relación.

Terminamos el día haciendo el amor un par de veces más, tomando un poco de vino y durmiendo plácidamente abrazados.


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