La espada de Petro

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Iba caminando por el bosque, de repente encuentro en el cielo un arcoiris, y el aire empieza a escasear en tierra, así que decido subir por el arcoiris de inmediato. Por fortuna estaba cerca de mí, sino me hubiera ahogado. Subí hasta el punto más elevado y allí ya pude respirar con normalidad, no llegué cansado, debido a que usé mis patines para subir, y prácticamente no realizaba fuerza. 

Desde allí pude observar porque el aire del bosque estaba tan cargado, al parecer ocurría una erupción y el humo se esparcía por todo el bosque. No es que fuera una montaña, pero la erupcón salía directamente de la tierra, en medio de una falla que allí había. Menos mal que había conseguido huir a tiempo, sino me hubiera quedado atrapado en medio de aquel espeso humo negro. 

Por allí saltando se acercó un hada, se detuvo y me preguntó -sabes por qué ha ocurrido la erupción- -la verdad es que no lo sé- dije yo -es porque se ha despertado el señor del fuego y quiere apoderarse de nuestro reino- dijo el hada -pero si el humo que desprende es un frasco tapado, no podía respirar, debe de tener bien planificado el ataque- le dije -claro, al parecer llevaba tiempo planificándolo, pero ya verás que vence la luz y no el fuego- dijo el hada. 

El arcoiris había sido enviado por el señor del reino de Cuatren, que es Nomus, el cual había investigado los planes del señor del fuego, Clerk, y por eso había logrado impedir la muerte de cientos de hadas, enanos, hongos, centauros, etc, que estaban en esa zona boscosa del reino. Lo único malo era que dicha en ducha zona empezaba a espandirse el humo como una densa niebla y este era muy venenoso. 

La única manera de neutralizar el humo era descargando contra él un gran haz de luz, el cual solo lo desprendía la espada de Petro, que había sido asesinado por Clerk para logrqar apoderarse precisamente de esa arma, lo había vencido en un combate cuerpo a cuerpo. Yo no sabía que hacer, pero de repente llegó una paloma de luz, esas que traen mensajes directos de el señor de Nomus. Cuando lo leí me quedé pasmado, no podía ser cierto...

Después de decirme cientos de veces que aquello no podía ser cierto, por fin me di por vencido, Nomus me había escogido para cumplir la más importante misión para recuperar el reino, yo era quién debía ir en busca de la espada, la cual se encontraba en el reino bajo tierra. También decía que pronto llegaría una armadura adecuada para mí y todo lo necesario para emprender la aventura. 

No es que estuviera precisamente contento de aquella aventura, pero en la carta especificaba que recibiría una gran recompensa, el reino de Cuatren, sería el próximo señor y decidiría de forma vitalicia su rumbo. Ello me motivaba en verdad. Así que buscaré esa espada de Petro, me dije a mí mismo, y volveré para librar al reino de Cuatren. 

Del cielo cayó una caja envuelta en hojas de terciopelo, eran unas hojas especiales que denotaban la divinidad de la mercancía, yo me apresuré a abrir aquella caja, sabía que contenía la armadura y otras cosas importantísimas para emprender el viaje. Me coloqué la cota de malla especial y cargué mi espada confecionada con una acero finísimo. Ya estaba mentalmente preparado para bajar a la cueva del lobo. 

Bajé, luché, vencí a muchos ogros enanos y logré llegar hasta la cueva de Petro, sí, donde estaba la espada. Allí me encerraron junto con la espada, ya Clrerk sabía lo que ocurría en el reino de Cuatren, así que había mandado a un chivo espiatorio para qeu averiguara todo, al parecer era una ninfa de confianza de Nomus. -¡Maldito! solo tú puedes atentar contra un reino próspero como el de Cuatren, sabes que no podrás contra todo nuestro ejército- dije -jajajaja, pero si ni siquiera tendrán ejército, mi humo volverá negro de ceniza su bosque, ya no habrán alimentos ni mucho menos esperzanza para luchar en contra de mí- dijo Clerk.

En eso logré sacar a la espada de su escondrijo y la luz empezó a destellar en aquella lobrega cueva, la espada había estado tanto tiempo oculta que al usarla parecía una estrella, una luz completamente cegadora. Clerk envío de inmediato sus tropas contra mí, pero ya ya me encontraba cavando dentro de la cueva, no me alcanzarían. Afortunadamente logré controlar la espada y todo quedó nuevamente oscuro, salvandome de los hongos, los cuales eran un poco tontos, pero muy sensibles a la luz.

El propio señor del fuego fue quien se encomendó la tarea de destruir mi piel, pero ya yo estaba subiendo por un pasadizo, uno que no habían usado en años, porque estaba lleno de telarañas y no había ni una luz. Yo por suepuesto temía de usar la espada, no fuera que me descubrieran por su luz, por eso tanteaba las paredes y me dirigía siemrpe hacia arriba. La única dificultad fue un sabueso infernal, el cual logré degollar con mucho cuidado. Antes de irme me había bañado en la catarata ciénaga, la cual eliminaba todo rastro de olor para los predadores, menos mal que lo había hehco, sino estaría tostado.

Corrí, corrí y corrí, hasta que vi la luz negra del bosque, que a pesar de ser balnca ya no lo era tanto. Allí no podía casi respirar. De inmediato usé la espada, gastando las últimas fuerzas que me quedaban, estaba estenuado. Todo empezó a reverdecer y los arrollitos todos difundieron la luz por el bosque, hasta que el paln de Clrek había sido frustrado.

El señor del fuego hizo temblar la tierra, no podía creer que lo había burlado un enano, uno muy astuto por cierto. Despedazó a cientos de sus súbditos y estalló más de tres veces en un ataque de histeria. Había planificado todo, pero no contaba con el moviemitno de Nomus, el cual había sido muy inteligente al escoger a aquel enano escurridizo y valiente. 

Nomus celebró al día siguinete una gran fiesta de salvación, por haberse librado de aquel ataque con un mínimo de heridos, solo algunas ninfas que habían respirado aquel humo destructor. Y la ninfa traicionera había sido descubuierta y la mandaron de regreso con su amo, con Clerk. Que hermosa aquella fiesta, había comida de sobra, vino, múscia, juegos, etc. 

Todo esto lo celebraban en medio del bosque. Cerraron la falla que conectaba a su reino con el señor del fuego. Bailaron y disfrutaron. 

Nomus fue presentado con trompetas por las hadas, luego se sentó en el trono y habló. Esto que hoy tenemos no lo tendríamos sino fuera por Simón, por eso hoy mismo le voy a ceder el trono y quiero que empiece a mandar desde ya, porque un corazón tan valiente como el de él debe ser recompensado con igual gallardía. 

Todos felices aplaudieron a Simón, ni un enano se opuso, aquel ser los había salvado, y de paso era un compadre suyo. Gracias, gracias a todos, en verdad no me esperaba tanto agradecimiento. Mandaré para ustedes y seréfiel a los principios: Paz, amor, progreso y servicio ¡Ea!


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