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Elisardo tenía un don: tomada su primera copa le sobrevenía una lucidez extraordinaria y era en esos momentos cuando vomitaba todas las lecciones que la vida le había enseñado en forma de frases ingeniosas. Pero sólo la primera copa daba tal manantial de sabiduría y eso duraba muy poco porque enseguida se ponía con las siguientes.
Una de sus frases que más me sorprendieron es: el alcohol se ha inventado para que las feas también puedan tener sexo
La última vez que le vi fue en el hospital donde una cirrosis estaba a punto de devorarlo. Allí me hizo una confidencia: lo que más me apena de morirme es que aún soy virgen. Fue entonces cuando pulsé el timbre y llamé a la enfermera para pedír a mi amigo un ron con cocacola.
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