A veces sueño que estoy despierto
A veces sueño que estoy despierto. Entonces surco el cielo montado a lomos de mi dragón esme-
ralda. Desde arriba veo nuestro mundo y nada es lo que parece ser. No hay fronteras ni banderas.
En el horizonte el mar se funde con el cielo y no puedo distinguir cual es cual ni donde empieza
uno y termina el otro. Las nubes son de algodón de azúcar. Creo que por primera vez saboreo el
autentico sabor de las cosas. Hay paz y sosiego en mi corazón cuando empezamos a descender
hacia abajo. La felicidad y la dicha me invaden. No sé en que país o región hemos aterrizado, pero
no importa porque ahora todos somos ciudadanos del mundo, como siempre debió ser. Hay ahí un
pueblo con construcciones singulares: casas cuya base es el tejado y la planta baja está arriba.
Los árboles son como hornos; de su interior la gente desnuda saca comida vegetal ya preparada.
Hay animales de todo tipo: elefanrafas, cuervolomas, hipopodrilos, tiranomables, gatoratas, rana-
peces, culeaguilas, leogamos, aramontes, periguilasters y un sin fin más; ninguno ataca al otro por
que comprenden que ahora sus enemigos forman parte de ellos mismos, y ningún animal en su sa-
no juicio se atacaría a si mismo. Mientras mi dragón y yo avanzamos, por caminos hechos por hor-
migas albañiles montadas en sus máquinas retroexcavadoras y camiones que desprenden al aire
fragancias de mil olores indescifrables para nuestras narices, notamos como nuestros pulmones
se limpian de toda la polución que tienen. La gente sonriente nos ofrece todo tipo de manjares. Me
extraño al saborear una manzana que sabe a cerezas. La gente canta y baila alrededor de hogue-
ras que mi dragón a prendido. A orillas de un lago los niños juegan a juegos inventados por ellos
mismos y me asombro al ver que el suelo está lleno de oro y piedras preciosas a las que la gente
les da la importancia justa para pisarlas y arrojarlas al lago para que formen en él una agradable
música celestial. En el colegio del pueblo otros niños enseñan a los adultos a ver la vida de otro
modo; sin obligaciones ni deberes para el día siguiente, por que saben que en ese mundo no hay
día siguiente, solo diashoy. Y cuando algún adulto no se sabe la lección todo el mundo lo ayuda.
En la carrera que mi dragón y yo nos sentamos a observar vemos como todos los corredores lle-
gan a la vez. Entendemos que no hay ni primero ni último puesto. Un hombre mayor nos explica
que de qué sirve llegar a la meta si uno llega solo. Nos dice que hubo un tiempo muy atrás en que
la gente ofrecía vítores, aplausos y medallas a los primeros y que nadie esperaba si quiera a que
llegaran los últimos por que todo el mundo tenía prisa por regresar a sus casas, ya que les queda-
ba un largo trecho hasta ellas, por que entonces el mundo era un lugar donde había tanta gente
que no se podía respirar; la gente se golpeaba y apretujaba y todos estaban muy nerviosos y de
mal humor; hasta que un día todos se fueron a dormir despiertos y empezaron a soñar que esta-
ban despiertos; entonces el mundo cambio y ya nada volvió a ser lo que nunca debió ser. Y cuan-
do de algún modo noto que mi despertar va a acabar puedo ver a través de los resquicios de la ra-
zón que solo somos libres cuando soñamos dentro de nuestros sueños.
Luego suena el despertador y me levanto dormido para ir a la escuela.
Nota del autor
Ya que soy incapaz de escribir exclusivamente de un único género, he tenido mis dudas para
poner éste fragmento literario en una sola ubicación. Me he decantado por ponerlo en fantasía por
que considero que es de lo que más he puesto, pero también podría ser una reflexión
o una fantasiflexión.
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