De compras

Un hombre y una mujer pueden ir juntos a muchos sitios,… al cine,  a la playa,  al Paris-Dakar, a volar una cometa… Hasta pueden irse juntos a la cama. Pero donde nunca, nunca, y repito, “nunca” deben ir juntos es de compras.   No.   En eso somos incompatibles. Yo, no lo aguanto, y ella, porque dice que la estreso. ……….. ¿Qué yo la estreso?

De entrada, te engaña:
-Cariño, vente conmigo que no vamos a tardar mucho, anda cielo...

¿Qué no vamos a tardar?    Te tiras seis horas de compras.

Entre la masa de gente, se pierde más que Robín Hood en su bosque, vas con ella por el centro comercial y de repente... ¡Abducción!  ¿Dónde está?  Miras  a un lado y a otro... ¡Ha desaparecido! Cuando la encuentras está como Spiderman,  pegada a un escaparate:

-Mira cariño, que vestido más bonito... (La madre que la  pario, que sustos me da)

A los hombres nos interesan cosas prácticas, útiles, realmente indispensables. Yo que sé,… una barbacoa, un gato para el coche, una caja de herramientas con setenta tipos de destornilladores, ¡un cortacésped!  Si, un cortacésped, vale, no tengo jardín, ¿y qué?  ¡Es que mola un montón!  Me lo llevaría a casa para pasarlo por la moqueta.

Pero ellas no nos entienden y nos dicen:
- ¿Qué miras? ¿Por qué te paras en estos sititos?...Parece que te paras para hacerme perder el tiempo apropósito, así no me dará tiempo de recorrerme todas las tiendas. Y digo que no nos entienden, porque las mujeres van de compras,  y los hombres vamos a comprar. Y no es lo mismo.

Comprar es: “Deme usted dos clavos del diez". Y ya está, le pagas y hasta otro día.

Ir de compras es: "Sólo tengo siete horas para las trescientas treinta y nueve tiendas de este centro comercial y tengo que verlas todas"… ¿Y luego soy yo el que la estresa?

Cuando un hombre va a comprar, lo que quiere es acabar pronto:
- Deme usted unos zapatos.
- ¿Color?
- Negros.
- ¿Número?
- Cuarenta y dos.

-Cóbreme…… que fácil ¿no?

Ya está. Una mujer no. Si encuentra los zapatos en la primera tienda, se le estropea la tarde.

Ellas disfrutan buscando, como el que va de caza:
- Quiero un zapato con un tacón ni muy alto ni muy bajo, rojo, pero no muy rojo, con reflejos anaranjados, con algún detalle en el empeine pero que no sea muy grande...

¡Joder….y ahora ve y los buscas! que a veces pienso que debería de estar allí el diseñador para que se lo hiciese a su gusto.

De compras con una mujer, te conviertes en un hombre objeto.
Vas de perchero;  y hay estas tú, en la puerta del probador, sosteniéndole el bolso y la chaqueta, cargado con cuatro vestidos y cinco pantalones. Ella se asoma y dice:

- Cariño, dile que te de una talla más, y que si lo tiene en azul,… pero un azul un poco más  oscuro, y si lo tiene sin bolsillos y sin tantas flores mejor,……. lo pintaran para ella ahora mismo, como si fuese un self-service.

Cuando los que nos probamos la ropa somos nosotros, peor.
- Te vas a probar éste y éste, y aquél, y si lo tienen en rojo, también, y esta chaqueta con flores,……. será por si algún día vamos a Hawái, digo yo.

Y se pasa todo el rato descorriendo la cortina del probador para que todo Dios te vea en gallumbos. O te mete a la dependienta dentro y te miran las dos como forenses en una autopsia.
- Si es que como no tiene cintura, y ha sacado el culo plano de su padre...Siempre tengo el mismo problema para encontrarle ropa. ¿Y yo la estréso?  ¿Yo?

 Y después de comprar, ¿quedan satisfechas? ¡No! Se siguen parando en todos los escaparates:

- Mira estos zapatos con tacón fino, y más baratos, tenía que haberlos comprado aquí, pero como tú me metes tantas prisas...

Una película se acaba, los viajes llegan a su fin, los Paris-Dakar se terminan también, pero si quieres saber lo que es la eternidad, no tienes más que ir de compras con una mujer.

Yo no te lo recomiendo.