LOS CUATRO AMIGOS Y LA OUIJA (QUINTA PARTE)

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Enviado el , clasificado en Terror / miedo
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Dani entró en su casa y encontró a sus padres viendo la televisión.

-¿Ya habéis acabado la fiesta? – Le preguntó su madre.- Pues sí que ha durado poco.

-Sí, bueno, es que no me encuentro bien… – Le contestó Dani, deseoso de encerrarse en su habitación – Estoy cansado, hasta luego.

Lejos de sentirse reconfortado, Dani sintió que el corazón se le oprimía entre las cuatro paredes de la habitación. Puso música y se tumbó en la cama, intentado encontrar sentido a lo que les había sucedido. Estaba claro que el vaso había salido volando des de la mesa sin que nadie lo tocara. Aquello no tenía explicación lógica posible. No había sido fruto de su imaginación ni la del resto de amigos. Una fuerza que no entendía había volcado su furia contra ellos por mofarse. ¿Habrían abierto inconscientemente una puerta del más allá que ha permitido la entrada de un ente maligno? El vaso deletreó las palabras “demonio”. Volvió a sentirse aterrado y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Finalmente se metió vestido entre las sábanas de la cama y comenzó a llorar.

No se levantó a cenar. La noche fue larga y aterradora. Sentía una presencia constante en la habitación, que lo acechaba y lo sumía en una profunda tristeza. Incluso creyó escuchar una respiración profunda justo a su lado. No se atrevió a mirar. Tenía la cabeza bajo las sabanas y así estuvo hasta que amaneció.

Estuvo todo el domingo metido en cama, sin fuerzas ni ganas de levantarse. Su madre venía de vez en cuando para tocarle la frente a ver si tenía fiebre, pero solo encontró una piel fría como el hielo.

-Si no te mejoras, mañana iremos al médico – le dijo – Creo que comisteis algo en mal estado en la fiesta, me ha llamado la madre de Paco y me ha dicho que está también en cama hecho polvo.

Dani se alegró de que su madre pensara que estaba enfermo por una reacción alimenticia, ya que le sirvió de escusa para no levantarse a comer ni cenar.

La noche fue como la anterior, insomne y cargada de miedos. Continuó la sensación de no estar solo e incluso notó la presión de alguien que se sentaba en el colchón de la cama, a sus pies.  Con la cabeza tapada por la sábana, lloró y rezó para que esa presencia lo dejara tranquilo de una vez por todas.

El lunes no fue al instituto. Se encontraba agotado después de dos días sin comer ni dormir. Lo peor era la tristeza que atenazaba su espíritu.

El médico le recetó varios medicamentos para que al menos pudiera descansar y prescribió un chequeo general con la finalidad de diagnosticar su enfermedad.

Su madre le explicó que sus amigos tenían los mismos síntomas que él, pero el que lo estaba pasando peor era Santi. Su estado físico se había degradado de tal manera que había perdido mucho peso en poco tiempo. Además se negaba a hablar con nadie.


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