luces sobre el mar (III)

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La decisión está tomada y estoy mentalizado para aguantar la “bronca” que me van a pegar mis padres. Eso si me conocen cuando vuelva. Creo que ya no me conozco ni yo mismo. Des del primer momento que un tren y después un avión me arrancó de mi vida cotidiana, en la cual había estado aposentado durante veinte años, no he dejado de crecer personalmente. Pasándolo mal pero también bien, haciendo buenos amigos que son mi familia aquí, conociendo lugares diferentes y espectaculares, momentos especiales, como éste.

Pienso lo difícil que es encontrarse a uno mismo para pensar, y ahora me doy cuenta. He necesitado la más absoluta soledad, encima de un acantilado y con el océano a mis pies para recapacitar sobre mi vida.

Respiro hondo la gratificante brisa marina y escucho las olas rompiendo contra las rocas. Siento en mis labios la sal del mar y me siento libre.

Pero no estoy tranquilo. No estoy acostumbrado a estar totalmente aislado del mundo, ni a la soledad más absoluta. En aquellos momentos no se observa ningún avión en el cielo ni barcos en el mar. En toda la inmensidad que abarca mi vista no hay nadie.

De repente hay algo que llama mi atención en el cielo. Una luz más intensa que las estrellas que la rodean. Pienso que lleva ahí toda la vida entre las constelaciones y galaxias pero no me había dado cuenta hasta ahora.

No puedo evitar seguir mirando la luz fijamente y me da la sensación que se está moviendo. Tanto me fijo en ella que creo que es un efecto óptico por el cansancio de la vista. Cierro los ojos y vuelvo a mirar. No me equivocaba, la luz se está desplazando en el cielo, muy lejos, sobre la silueta de la isla de Gran Canaria. Será un avión, pienso.

Decido encender otro cigarrillo, y me lo escondo bajo la palma de la mano para que no se vea la punta ardiendo tras cada calada.

 

La luz se sigue moviendo ahí a lo lejos, supongo que en breve bajará de altura para aterrizar en el aeropuerto de Gran Canaria, pero de pronto se detiene en el cielo y permanece quieta. Creo distinguir que su brillo ha aumentado mucho y se ha hecho más grande. El color también ha cambiado del blanco a un rojo pálido. Parece ser que me he equivocado, se trata de un helicóptero o un caza de combate de despegue vertical. En aquellos momentos se están haciendo maniobras militares en aquella isla. Mi batallón se encuentra allí precisamente, pero según tengo entendido solamente participa la infantería. Nada de aviones o helicópteros. Pero vete a saber con ésta gente. ¡Vaya horas de jugar a las batallitas!

En lo que dura un parpadeo, otra luz se ha colocado al lado de la anterior, igual de intensa, y luego otra, y otra hasta juntarse un total de cinco. Todas estáticas y cambiando de color. Del blanco al rojo y después al azul. Parecen una constelación de estrellas que se ha formado de la nada a quinientos metros de altura. No sé ni de dónde han salido, pero supongo que son más helicópteros o aviones que volaban hasta el momento con las luces apagadas.

Durante un buen rato observo la quietud de las luces. Estáticas en la noche.

Apago el cigarrillo y me guardo otra colilla en el bolsillo.

Si mis ojos no me engañan las luces se están haciendo cada vez más grandes. No, es que se mueven en mi dirección. Antes de que pueda darme cuenta ya se encuentran entre las islas de Gran Canaria y Tenerife y siguen avanzando a gran velocidad. Es imposible, habrán recorrido más de cincuenta kilómetros en menos de dos segundos.

Sobrevuelan la inmensa mole del Teide y bajan de altitud al sobrepasar Tenerife, parándose encima del mar, a unos cien metros del agua. Ahora las veo inmensas y su luz casi me deslumbra. Siguen cambiando de color rápidamente.

¡Se están separando! Cada luz se divide en dos partes y ya hay diez puntos diferentes en el cielo. Han empezado a moverse rápidamente en todas direcciones sin una trayectoria definida. Van en zig-zag, arriba y abajo e incluso en círculos. ¿Pero qué mierda es esto?

Se me han puesto todos los pelos de punta y realmente estoy acojonado. Ni helicópteros ni aviones. ¿Qué coño es esto?

Escucho un ruido de guijarros que se desplaza ladera abajo a mis espaldas. Hay alguien o algo que está corriendo hacia mí.

Nervioso descuelgo el “CETME” de mi hombro, quito el seguro a tientas y con las manos temblorosas, tiro del cerrojo hacia atrás y escucho el sonido metálica del cartucho al entrar en la recámara. Me hecho el fusil ametrallador a la cara e intento apuntar hacia lo que se me viene encima, gritando: ¡Alto!

-No dispares tío, soy Felipe, el de la garita de arriba.

Veo una figura que baja corriendo por la pendiente, con su fusil entre las manos. Lo tengo que sujetar para que no continúe su trayectoria hacia el acantilado y acabe estrechado contra las rocas de abajo.

-¿Estás viendo eso tío? ¿Qué es? ¿Nos están invadiendo los extraterrestres?

No le contesto por que del susto que me ha dado no puedo articular palabra. Miramos hacia las luces que continúan con su baile frenético.

Creo que las tenemos a un par de kilómetros delante de nosotros y son espectaculares. No puede existir en éste mundo nada parecido construido por el hombre, de eso estoy seguro. No se oyen motores, pero sí un leve zumbido o siseo, seguramente producido por esos objetos rompiendo el aire a tanta velocidad. Digo objetos por que enmascarados por las intensas luces se insinúa la silueta de algo físico, pero no puedo distinguir qué forma tiene.

 


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