¡Cómprale caramelos a los niños!
Padre estaba enfermo, muy enfermo. Ese día pude convencerle para que se levantara a comer cuando ya tenía la comida puesta en la mesa. De su habitación a la salita donde comía, había que recorrer un mediano pasillo, que comenzamos a recorrer cogido de mi brazo. A los pocos pasos, sus piernas flaquearon y tuve que dejarlo en el suelo sentado, mientras acercaba una silla. Lo senté en ella y arrastrándola llegamos a la mesa camilla de la salita. Apenas probó bocado y quiso acostarse enseguida. Pensé que sería lo mejor, y lo llevé de regreso a la cama. Lo cubrí con el edredón y comentó:
-En la mesita hay dinero,... ¡tómalo y cómprale caramelos a los niños!.
Estas fueron quizá sus últimas palabras. Se durmió, respiraba con cierta serenidad. Cada vez la respiración se atenuaba más, parecía espaciarse en el tiempo, hasta que de forma casi imperceptible suspiró por última vez.
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