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VACACIONES EN EL MAR: EL AUTÉNTICO TODO INCLUIDO (INTRODUCCIÓN)
Por Pervertida Degenerada
Enviado el 16/11/2012, clasificado en Adultos / eróticos
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¿Conocen ese maravilloso y brevísimo estado de euforia, positivismo y amor pleno que provoca el inicio de la borrachera? Ese que precede a la nostalgia, la tristeza, el llanto, el rencor, la violencia, los mensajes de texto inoportunos a tus exparejas y la pérdida total de dignidad y de control sobre tu cuerpo (especialmente del ano, la vejiga y el cardias). Pues un día cualquiera de junio del año pasado, a una hora de lo más decente, me encontraba tomando unas claritas en mi antro de perdición dominicano, feliz de la vida, disfrutando de mi maravilloso y brevísimo estado de euforia, positivismo y amor pleno. En eso, que suena el móvil.
-¡Hola N.!- saludé por su nombre a mi abuela materna (en lo sucesivo, A.M.), costumbres de la familia. -Jijiji- rió, como siempre hace cuando le respondo al teléfono con mi voz de pito. -A ver, ¿cómo estás, bonita mía? -Bien, bien, todo tranqui, charlando con unos amigos y tomándome unas claritas. -Jijiji, pero qué bien vives. Bueno, ¿todo bien, necesitas algo? -Sí, sí, todo bien por suerte, gracias. No necesito nada. -Bueno, tú sabes que cuando necesites cualquier cosa, llamas a tu abuela, que eso queda entre tú y yo. Y si te quieres venir a Madrid como otras veces, ya sabes que ésta es tu casa. -Gracias N., te quiero. ¿Sabes qué? ¿Te acuerdas de ese crucero que siempre quisiste hacer? ¿Al que prometí llevarte hace tiempo, en cuanto pudiera? Pues creo que éste es el momento: ahora o nunca. -¿Sí?- feliz mas cautelosa, advirtiendo en mi forma de arrastrar las palabras que ya iba bebida. -Que sí, que sí. -Bueno, tú sabes que yo tengo una huchita. Lo dejo todo en tus manos.
Unos días más tarde, cuando recordé y fui sobriamente consciente de lo que había hecho, comprendí que no podía echarme atrás. Joderrrrrrr, ¿qué coño hago ahora? Si no tengo un puto duro. Y como yo soy así de feliz y despreocupada, en lugar de ponerme a buscar algún trapicheo para juntar dinero y evitar gastarme lo poco que tenía, me fui al bar a tomarme unas cañitas para entrar de nuevo en ese maravilloso estado que te promete que todo va a salir bien. Y vuelve a sonar el móvil. -¡Hola abuela!-, así llamo a mi abuela paterna (en lo sucesivo, A.P.). -¡Hola, prezioza!- considero imprescindible transcribir su acento andaluz, me encanta. -¿Qué haze? -Naaaaaaaaaada. Aquí, tomándome unas cervecitas. ¿Tú qué tal? -Ozú, mu mal. ¿No zabe que este año tampoco vamos a tener pizina? No no la han arreglao a tiempo y na, zin pizina no vamo a ir al apartamento. A quedarme aquí encerrá to el verano, muertita de caló. -Oye, ¿te gustaría ir a un crucero conmigo y con N.? Yo le había prometido hace tiempo que iríamos juntas pero, como a ti no te gusta mucho viajar, no te había dicho nada. -¿Un cruzero? ¿En un barco grande? Bueno, yo zí. A mí no me da mieo.
Y así es como, sin comérmelo ni bebérmelo (bueno, en realidad fue por bebérmelo todo, asco de borracha), me comprometí a llevarme a mis dos abuelas octogenarias de crucero. La noticia corrió como reguero de pólvora y mis padres y tíos fueron llamándome para preguntarme si estaba segura, decirme que era una bendita o, directamente, que estaba como una polla en vinagre (fatal de la cabeza, vamos). Y yo lo único que hacía era devanarme los sesos para ver cómo amasar unos euros, mientras me tomaba unas claritas a ritmo de bachata en mi antro de perdición dominicano.
Un par de días más tarde me dirigí a una agencia de viajes que había al lado de casa, en el Paralelo. Crucé la nueva Plaza del Molino (remodelada tras la horrible transformación y reapertura del teatro) que bien se encarga la policía de despejar los días de función, cambiando a los vecinos del barrio (gitanos rumanos, adolescentes latinoamericanos, tercera edad, paquistaníes, artistas, travestis, prostitutas, ladrones y borrachos como yo) por colas de pijos engalanados que no sé a dónde coño se creen que van. De jueves a domingo, olvídate de comerte un cacho de pizza de Pizzería La Torre (recomendadísima) y tomarte una birra en un banco, que eso da mala imagen. Pues eso, que me fui a la agencia de viajes. Yo soy una aventurera, siempre compro los pasajes en el último momento y por internet; lo demás, ya viene solo. Pero viajando con dos señoras tan mayores, más valía prevenir. La verdad es que no tenía ni idea de en qué consistía un crucero exactamente, nunca había estado en uno y ni siquiera me llamaban mucho la atención. Demasiada elegancia y pijerío, jajajaja, a mí me gusta dormir en la naturaleza o en hostalitos cutres. Le comenté a la chica lo que buscaba, me sacó un par de catálogos y me habló de los trayectos, las tarifas y las ventajas de cada uno. Me decidí por un recorrido por varias Islas Griegas, Dubrovnik y Venecia, a principios de septiembre -que es más barato y el barco va más vacío- y, por sólo cien euros más, con TOOOOOOOOOOOODAS LAS BEBIDAS INCLUIDAS (y teniendo en cuenta lo caras que son las bebidas a bordo, los cien euros los amortizas en la primera comida, jijijiji).
-Bueno, al menos tengo ocho días y siete noches para beber lo que me de la gana- le dije a E., el camarero del bar. -Pero Ruuuuubia, tú ahí vas a singar como loca, jajajajaja- respondió mientras me abría una Presidente vestida de novia (así le dicen los dominicanos a la cerveza tan fría que sale con capita blanca por encima). -No sé, no creo. A los cruceros suelen ir recién casados, jubilados y familias. Y todos españoles, jajajaja. Intentaré que se pasen los días lo más rápido posible para volver aquí, con mis negritos ricos. Ponme La Avispa, anda, que la voy a bailar con F.
Continuará
www.confesionesdeunapervertida.com
-¡Hola N.!- saludé por su nombre a mi abuela materna (en lo sucesivo, A.M.), costumbres de la familia. -Jijiji- rió, como siempre hace cuando le respondo al teléfono con mi voz de pito. -A ver, ¿cómo estás, bonita mía? -Bien, bien, todo tranqui, charlando con unos amigos y tomándome unas claritas. -Jijiji, pero qué bien vives. Bueno, ¿todo bien, necesitas algo? -Sí, sí, todo bien por suerte, gracias. No necesito nada. -Bueno, tú sabes que cuando necesites cualquier cosa, llamas a tu abuela, que eso queda entre tú y yo. Y si te quieres venir a Madrid como otras veces, ya sabes que ésta es tu casa. -Gracias N., te quiero. ¿Sabes qué? ¿Te acuerdas de ese crucero que siempre quisiste hacer? ¿Al que prometí llevarte hace tiempo, en cuanto pudiera? Pues creo que éste es el momento: ahora o nunca. -¿Sí?- feliz mas cautelosa, advirtiendo en mi forma de arrastrar las palabras que ya iba bebida. -Que sí, que sí. -Bueno, tú sabes que yo tengo una huchita. Lo dejo todo en tus manos.
Unos días más tarde, cuando recordé y fui sobriamente consciente de lo que había hecho, comprendí que no podía echarme atrás. Joderrrrrrr, ¿qué coño hago ahora? Si no tengo un puto duro. Y como yo soy así de feliz y despreocupada, en lugar de ponerme a buscar algún trapicheo para juntar dinero y evitar gastarme lo poco que tenía, me fui al bar a tomarme unas cañitas para entrar de nuevo en ese maravilloso estado que te promete que todo va a salir bien. Y vuelve a sonar el móvil. -¡Hola abuela!-, así llamo a mi abuela paterna (en lo sucesivo, A.P.). -¡Hola, prezioza!- considero imprescindible transcribir su acento andaluz, me encanta. -¿Qué haze? -Naaaaaaaaaada. Aquí, tomándome unas cervecitas. ¿Tú qué tal? -Ozú, mu mal. ¿No zabe que este año tampoco vamos a tener pizina? No no la han arreglao a tiempo y na, zin pizina no vamo a ir al apartamento. A quedarme aquí encerrá to el verano, muertita de caló. -Oye, ¿te gustaría ir a un crucero conmigo y con N.? Yo le había prometido hace tiempo que iríamos juntas pero, como a ti no te gusta mucho viajar, no te había dicho nada. -¿Un cruzero? ¿En un barco grande? Bueno, yo zí. A mí no me da mieo.
Y así es como, sin comérmelo ni bebérmelo (bueno, en realidad fue por bebérmelo todo, asco de borracha), me comprometí a llevarme a mis dos abuelas octogenarias de crucero. La noticia corrió como reguero de pólvora y mis padres y tíos fueron llamándome para preguntarme si estaba segura, decirme que era una bendita o, directamente, que estaba como una polla en vinagre (fatal de la cabeza, vamos). Y yo lo único que hacía era devanarme los sesos para ver cómo amasar unos euros, mientras me tomaba unas claritas a ritmo de bachata en mi antro de perdición dominicano.
Un par de días más tarde me dirigí a una agencia de viajes que había al lado de casa, en el Paralelo. Crucé la nueva Plaza del Molino (remodelada tras la horrible transformación y reapertura del teatro) que bien se encarga la policía de despejar los días de función, cambiando a los vecinos del barrio (gitanos rumanos, adolescentes latinoamericanos, tercera edad, paquistaníes, artistas, travestis, prostitutas, ladrones y borrachos como yo) por colas de pijos engalanados que no sé a dónde coño se creen que van. De jueves a domingo, olvídate de comerte un cacho de pizza de Pizzería La Torre (recomendadísima) y tomarte una birra en un banco, que eso da mala imagen. Pues eso, que me fui a la agencia de viajes. Yo soy una aventurera, siempre compro los pasajes en el último momento y por internet; lo demás, ya viene solo. Pero viajando con dos señoras tan mayores, más valía prevenir. La verdad es que no tenía ni idea de en qué consistía un crucero exactamente, nunca había estado en uno y ni siquiera me llamaban mucho la atención. Demasiada elegancia y pijerío, jajajaja, a mí me gusta dormir en la naturaleza o en hostalitos cutres. Le comenté a la chica lo que buscaba, me sacó un par de catálogos y me habló de los trayectos, las tarifas y las ventajas de cada uno. Me decidí por un recorrido por varias Islas Griegas, Dubrovnik y Venecia, a principios de septiembre -que es más barato y el barco va más vacío- y, por sólo cien euros más, con TOOOOOOOOOOOODAS LAS BEBIDAS INCLUIDAS (y teniendo en cuenta lo caras que son las bebidas a bordo, los cien euros los amortizas en la primera comida, jijijiji).
-Bueno, al menos tengo ocho días y siete noches para beber lo que me de la gana- le dije a E., el camarero del bar. -Pero Ruuuuubia, tú ahí vas a singar como loca, jajajajaja- respondió mientras me abría una Presidente vestida de novia (así le dicen los dominicanos a la cerveza tan fría que sale con capita blanca por encima). -No sé, no creo. A los cruceros suelen ir recién casados, jubilados y familias. Y todos españoles, jajajaja. Intentaré que se pasen los días lo más rápido posible para volver aquí, con mis negritos ricos. Ponme La Avispa, anda, que la voy a bailar con F.
Continuará
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