-¿Acaso soy yo,
el guardián de mi hermano?
Pregúntame Dios,
¿con eso, que gano?.
Juzgarme decides,
adelante hazlo,
venganza he tenido
de sangre en mis manos.
Pero antes permite
que pregunta haga,
¿quién tuvo la culpa
de causa tamaña?
A él, tu cariño,
a mí las desgracias,
mi suerte y mis bienes
en pena tornabas.
Con duro trabajo
mi grano ganaba,
¿qué clase de impuesto,
quieres que te haga?
Lloraba mi frente,
mis venas saltaban,
de tan gran esfuerzo,
rendido quedaba
y después de todo,
¿qué es lo que ganaba?.
Mi tierra era estéril,
mi grano secaba,
todo lo cogido,
ácido quedaba.
Mientras, él reía
y tocaba la flauta,
jugaba y saltaba
junto a sus cabras,
ninguna dañada
por las alimañas.
Y a eso le llamas,
la justicia Sacra
-Basta, no utilices
sucias artimañas,
eso no defiende
tu sucia venganza.
Mataste a tu hermano,
acaso confías,
su suerte ganada.
No busques escusas
para tu desgracia,
que la natura paga
con lo que le dabas.
La tierra cultivas
de tan mala gana,
que todo lo que hacías
marcado quedaba.
El agua que brota
de tu frente encrespada,
la sal que contiene
a la tierra mata.
La envidia que brota
de tus manos rancias,
el grano que toca
seco lo dejaba.
Tu boca tan llena,
de sed, de venganza,
todo lo que come
ácido dejaba.
-Mátame si quieres,
libera mi alma,
nada ya me queda,
nada que me valga.
-Matarte no quiero,
que no es una hazaña,
pues si así lo hiciera
a tu altura quedaba.
En tu frente pongo
una seña, una marca,
que el que contigo tope
no sienta venganza.
Que nadie te toque
al mirar tu marca,
más bien sienta pena
de tan pobre alimaña.
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