Mi nombre es Daniel y soy estudiante. Vivo con mis padres en un modesto piso de Madrid junto a mis dos hermanos pequeños. La vida no es fácil: Desde hace ya un tiempo, el dinero de mi padre no basta para cubrir los pagos de la hipoteca, la comida y mantener a tres hijos. Mamá está intentando conseguir un trabajo sin éxito. Papá y yo la apoyamos en todo lo posible, pero nuestro apoyo no da el resultado que necesita.Hasta que un día decidí tomar cartas en el asunto.Mamá llegó a casa. Estábamos todos en el salón. Papá estaba viendo la televisión, mientras mi hermano y yo estábamos leyendo un libro. Nada más entrar, mi hermana se echó a sus brazos como si hubiera pasado una eternidad sin verla.Me fui a la cocina a coger algo de beber. Mis padres se sentaron en el salón. Mamá parecía cansada.- - ¿Qué tal la entrevista?- preguntó mi padre.- - Lo mismo de siempre- respondió mamá con un suspiro- Otra vez me piden referencias.Al observar su rostro cansado, resignado al fracaso, vi cómo poco a poco el cuerpo de mi madre empezaba a desmoronarse, a derruirse como un viejo castillo devorado por el tiempo y asediado constantemente y sin tregua por los continuos golpes de la vida.No podía soportar verla de esa manera. Era mi madre: una persona que siempre había estado ahí cuando más lo necesitaba, la que me animaba a seguir adelante cuando todo parecía oscuro y los problemas se convertían en un callejón sin salida. Tenía que hacer algo para ayudarla.Pero, ¿el qué? Estaba sentado enfrente del jefe de recursos humanos de una pequeña empresa de un amigo. Le expliqué nuestra situación económica y que mi madre necesitaba trabajo.- -Lo siento, pero yo lo que necesito es una persona trabajadora para este cargo- me respondió- ¿tiene acaso alguna referencia sobre cómo trabaja, si es persistente, si pone todo el empeño y el esfuerzo cuando realiza un trabajo, si realmente se preocupa de conseguir un buen trabajo o simplemente se limita a cumplir sus horas laborables?Pues sí. Sí tenía referencias.- - Nació en el 86. Desde entonces, todos le vemos unas ojeras que no oculta. Ella dice que son producto del amor.Su carrera se ha basado en la persuasión: Me convenció de que las verduras me pondrían los ojos verdes. Imaginación no le falta, no. La llamas y está, siempre está. Por eso no me he convertido en el imbécil que podría llegar a ser.A veces grita, si, pero ¿Cómo no va enfadarse alguien que lleva toda la vida comiéndose el filete con más nervios? Porque saca partido a todo: Es un genio.Debería darle las gracias a mi padre por haberla elegido.Yo creo que son buenas referencias ¿no?Se produjo un silencio incómodo. Al ver su expresión seria y su silencio, me levanté de la silla, cogí mi mochila y me dispuse a salir de su despachoPero cuando me disponía a abrir la puerta para irme, pensando que ya no podía hacer nada para ayudar a mi madre, el jefe de recursos humanos me detuvo:- - Lo son- dijo, escuetamente.Me giré sorprendido con su respuesta. El hombre se acomodó en el respaldo de su silla, colocó las dos manos encima de la mesa y me dijo:- -Quiero tenerla aquíSalí de la entrevista con una alegría inmensa en el corazón y recordé una frase que me dijo un profesor hace ya tiempo.No desesperes. La esperanza es lo último que se pierde.
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Por daniel Fernández Abella
Enviado el 17/05/2014, clasificado en Reflexiones
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Mi nombre es Daniel y soy estudiante. Vivo con mis padres en un modesto piso de Madrid junto a mis dos hermanos pequeños. La vida no es fácil: Desde hace ya un tiempo, el dinero de mi padre no basta para cubrir los pagos de la hipoteca, la comida y mantener a tres hijos. Mamá está intentando conseguir un trabajo sin éxito. Papá y yo la apoyamos en todo lo posible, pero nuestro apoyo no da el resultado que necesita.Hasta que un día decidí tomar cartas en el asunto.Mamá llegó a casa. Estábamos todos en el salón. Papá estaba viendo la televisión, mientras mi hermano y yo estábamos leyendo un libro. Nada más entrar, mi hermana se echó a sus brazos como si hubiera pasado una eternidad sin verla.Me fui a la cocina a coger algo de beber. Mis padres se sentaron en el salón. Mamá parecía cansada.- - ¿Qué tal la entrevista?- preguntó mi padre.- - Lo mismo de siempre- respondió mamá con un suspiro- Otra vez me piden referencias.Al observar su rostro cansado, resignado al fracaso, vi cómo poco a poco el cuerpo de mi madre empezaba a desmoronarse, a derruirse como un viejo castillo devorado por el tiempo y asediado constantemente y sin tregua por los continuos golpes de la vida.No podía soportar verla de esa manera. Era mi madre: una persona que siempre había estado ahí cuando más lo necesitaba, la que me animaba a seguir adelante cuando todo parecía oscuro y los problemas se convertían en un callejón sin salida. Tenía que hacer algo para ayudarla.Pero, ¿el qué? Estaba sentado enfrente del jefe de recursos humanos de una pequeña empresa de un amigo. Le expliqué nuestra situación económica y que mi madre necesitaba trabajo.- -Lo siento, pero yo lo que necesito es una persona trabajadora para este cargo- me respondió- ¿tiene acaso alguna referencia sobre cómo trabaja, si es persistente, si pone todo el empeño y el esfuerzo cuando realiza un trabajo, si realmente se preocupa de conseguir un buen trabajo o simplemente se limita a cumplir sus horas laborables?Pues sí. Sí tenía referencias.- - Nació en el 86. Desde entonces, todos le vemos unas ojeras que no oculta. Ella dice que son producto del amor.Su carrera se ha basado en la persuasión: Me convenció de que las verduras me pondrían los ojos verdes. Imaginación no le falta, no. La llamas y está, siempre está. Por eso no me he convertido en el imbécil que podría llegar a ser.A veces grita, si, pero ¿Cómo no va enfadarse alguien que lleva toda la vida comiéndose el filete con más nervios? Porque saca partido a todo: Es un genio.Debería darle las gracias a mi padre por haberla elegido.Yo creo que son buenas referencias ¿no?Se produjo un silencio incómodo. Al ver su expresión seria y su silencio, me levanté de la silla, cogí mi mochila y me dispuse a salir de su despachoPero cuando me disponía a abrir la puerta para irme, pensando que ya no podía hacer nada para ayudar a mi madre, el jefe de recursos humanos me detuvo:- - Lo son- dijo, escuetamente.Me giré sorprendido con su respuesta. El hombre se acomodó en el respaldo de su silla, colocó las dos manos encima de la mesa y me dijo:- -Quiero tenerla aquíSalí de la entrevista con una alegría inmensa en el corazón y recordé una frase que me dijo un profesor hace ya tiempo.No desesperes. La esperanza es lo último que se pierde.
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