VACACIONES EN EL MAR: EL AUTÉNTICO TODO INCLUIDO (II) (parte 2)

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Cuando dimos con el restaurante que nos habían asignado para las cenas (había tres en total, el resto de comidas podías hacerlas tantas veces como quisieras y en donde te apeteciese) varios grupos de pasajeros se aglomeraban en la entrada para saber qué mesa les correspondía.  El metre era un señor chileno muy educado y amable.

-Buenas noches, señorita- saludó a mis tetas. -Número de camarote, por favor.

-Buenas noches, caballero- saludé sacando pecho.  -El número es el quinientos setenta y tres.  Verá, estoy de viaje con mis dos abuelas…

-Buenas noches, señoras- interrumpió elegantemente dirigiéndose a ellas.

-… y nos han colocado en el turno de ocho a diez.  Yo había solicitado el turno de diez a doce porque como ellas son mayores y no pueden ir a la carrera, es más cómodo.  Quería saber si habría posibilidad de cambiarnos- le supliqué desplegando todos mis encantos.

-Pero cómo no, señorita.  Faltaría más.  ¿Cuál es su nombre?

-Thais.

-Bien, Thais.  Le prometo que mañana mismo tiene hecho el cambio.  Ahora, si son tan amables de acompañar a este joven, él les indicará dónde sentarse.  Que aprovechen.

-Muchas gracias, F.- respondí tras leer el nombre que indicaba su plaquita identificativa.

Seguimos al camarero, subimos unos cuantos escalones y, de repente, fue como entrar en el cielo: aparecimos en un enorme salón con dos niveles, mesas decoradas con gusto, cubertería, cristalería, floreros, música ambiental, el delicioso olor de los manjares…  Imagino que eso sería en lo que estarían fijándose mis abuelas, yo sólo veía DECENAS DE CAMAREROS JÓVENES, BUENORROS, AMABLES Y LATINOAMERICANOS TODOS PARA MÍ.  “¡¡¡¿¿¿PERO ESTO QUÉ ESSSSSS???!!!”, pensé, “¿me habré muerto y estoy en el cielo de las pervertidas?  Ya entiendo lo que sintió la ardillita deIce Agecuando muere y encuentra la bellota gigante de oro”.  Mi cara se iluminó, los colmillos se me afilaron, mi corazón se aceleró, mi chocho se puso a aplaudir y acabé por provocar una explosión de feromonas al más puro estilo de Bola de Dragón.  Por suerte, mis abuelas eran inmunes a este tipo de ataque.  No así los camareros, que muy amablemente se acercaban para recibirnos, saludarnos, servirnos y -al menos yo lo imploraba con todas mis fuerzas- también satisfacer nuestras necesidades sexuales.  Bueno, las mías.  No creo que misabusestuvieran interesadas en esos menesteres.

-Buenas noches, señoras.  Mi nombre es N. y seré su camarero de las cenas.  Aquí tienen las cartas.  ¿Qué desean tomar?

-Hola N.- respondió el putón que llevo dentro, -¿podría ser vino tinto?

-Claro que sí- me sonrió.  -¿Y para las señoras…?

Disfrutamos de la cena, las abus se hincharon y yo me jalé cuatro copichuelas de tintorro, como quien no quiere la cosa.  Al salir me despedí del metre y, aunque él estaba ocupado arreglando cosas en su ordenador, al escucharme se nos acercó, se interesó por saber qué nos había parecido la cena, nos deseó las buenas noches y estoy segurísima de que me miró el culo hasta que desaparecí de su campo de visión.  Subimos al piano bar, nos acomodamos en tres sillones y les pasé la carta de bebidas.  Lasviejisestaban gozando de lo lindo.  A.M. pidió una copa de Baileys y A.P. se puso a cotillear los cócteles sin alcohol.

-Yo quiero un Jurazi Park, er verde-.  Jajajajajaja, es la mejor.

CONTINÚA LEYENDO LA PARTE TRES.

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