Él maquillaba sus mentiras mientras ella buscaba los pedazos de su corazón roto por la caótica habitación.
Los encuentros casuales no eran más que parches que cubrían heridas que aún destilaban inocencia.
Soñaba con hacer de esos retales una sinfonía.
Las noches eran amargas, pese a aderezadas con amor enlatado y buenos días acompañados.
La pasión nocturna dejaba paso a la nostalgia vespertina aderezada de culpa.
Levantó la mirada y él se sintió desnudo.
Sus ojos le mostraron su alma rota. Sobre sus mejillas, las lágrimas disolvieron esas mentiras que él había construido cuidadosamente.
Se miraron y el miedo suspiró alejando los fantasmas del pasado.
Él la besó, por primera vez sincero, y ella permitió que le rompieran el corazón de nuevo
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