El siguiente texto es la confesión que mi madre me dejó cuando murió hace un par de semanas.
Si ahora la publico aquí es por puro despecho, por que no puedo contar esto a nadie mas ya que
me avergüenza que mis allegados lo supiesen y necesito sacármelo de dentro. Me siento hecha
una mierda. Noto que de algún modo no soy mas que un fraude. Veréis porque:
Hola, mi pequeña. Sé que no te gusta que te llame pequeña por que mientras escribo esto es-
tarás camino de la universidad, pero para mi, que soy tu madre, siempre serás mi pequeña... Bu-
eno, la verdad es que no se cómo contarte esto. Es posible que me odies el resto de tu vida, que
espero que sea larga, cariño, pero... necesito decirte algo del modo más cobarde, a través de es-
ta carta que leerás (al menos eso espero) algún día. Si ahora la estás leyendo, quiere decir que
yo ya estoy muerta y que has ido a buscarla a nuestro lugar secreto. Para ir directamente al gra-
no te diré que tu padre no es tu padre (y, por favor, te pido..., te suplico, que nunca le confieses es-
to, de ninguna de las maneras, a él)... Cuando era joven me violaron... Yo tendría unos veintipico
de años, casi treinta cuando una noche alguien me siguió hasta... Disculpa si pongo demasia-
dos puntos suspensivos a esta carta pero para mí no es fácil decirte esto ni recordar aquel mo-
mento grabado a fuego en mi ser. Siento que cuando leas esta carta esté mojada con las lágri-
mas que derrama mi corazón al escribir... Una noche me siguió alguien hasta el rellano de la
planta del edificio en el cual vivía en Barcelona y allí mismo me violó. Me tapó la boca con una
mano enguantada mientras con la otra empezó a desvestirme. Intenté resistirme, por supuesto,
pero entonces sacó una enorme navaja y me la puso en el cuello... Creo que te ahorraré los de-
talles sórdidos del acto y te diré que mientras me violaba aquel maldito hijo de puta (que nunca
llegué a saber quien fue) yo misma comprendí que no quería que nadie se enterase de lo que
me estaban haciendo; por eso, cuando dejó de amordazarme con su mano, no intenté gritar. Por
eso nunca fui a la policía ni dije nada a nadie, ni siquiera a mi novio. Me sentía avergonzada de
que alguien, quien fuese, supiera que me estaban violando o que me violaron. Sé que en la tele-
vión y en muchos otros sitios del maltrato a la mujer, o donde sea, recomiendan, te sugieren, inci-
tan y obligan a que denuncies pero, ¿y qué pasa luego? Soy yo la que tiene que llevar el estig-
ma toda la vida, sería a mí a quien todo el mundo señalaría por la calle, en el pueblo (ya sabes
como es la gente de los pueblos, mi vida), sería yo el objeto de los comentarios y las comidillas
de todo el mundo. Nadie te ayudaría a sobrellevarlo, salvo una misma. Así que no estuve dispuesta
a consentir eso. Antes le hubiera cortado la polla a aquel cabrón y después me hubiera desecho
del cadáver yo sola a que la gente, quien fuera, lo supiera.
Después de aquello intenté seguir con mi vida como mejor pude. Al principio estuve sin salir a la
calle como cosa de semanas y, cuando al fin conseguí vencer al miedo, no salí sin unas tijeras en
el bolso y un spray de pimienta. Fue muy duro. Pero lo mas duro fue fingir ante mi novio y todo el
mundo que nada había pasado. Y entonces descubrí que el mal nacido me había dejado embara-
zada de ti... Oh, Dios mío, no sé lo que puede estar pasando por tu cabeza en este momento, pero
te ruego que no me odies e intentes digerirlo, mi amor... No pude abortarte, y no solo por lo cató-
lica que soy, por encima de eso está mi conciencia y ni siquiera me lo llegué a plantear como
una posibilidad. En vez de eso, en cuanto supe que estaba embaraza de ti, lo hice con mi novio,
no sin antes casarnos, ya sabes que éramos de los que hasta después de casados nada de na-
da, así, por lo menos, las circunstancias en ese aspecto estuvieron a mi favor; después de varios
años de novios, nos casamos precipitadamente para que creyera que en realidad me había queda-
do embarazada de él ... Nadie sospechó nada, ni siquiera de que nacieras antes de tiempo (no es
raro que haya un mes de margen de error)
No sé que más puedo decirte, mi vida. No puedo imaginar como afectará esto a tu vida, pero creo
que debías saberlo. No quiero que vivas en otra mentira. Y sobretodo quiero que sepas que aun-
que no lleguemos a saber quien me violó, y por tanto, quien era o es tu padre, sigues siendo mi hi-
ja y te quiero más que a nada en este mundo; eso quiero que lo tengas bien presente siempre que
te sientas engañada. Dicen que los niños adoptados cuando son mayores siempre tratan de buscar
a sus padres biológicos, espero que no se te ocurra buscar a... tu padre (la nausea me invade cu-
ando digo tu padre) Lo siento pero no puedo seguir escribiendo más.
Espero que puedas salir adelante, mi vida. Te quiere, tu madre.
¿Comprendéis ahora mi dilema? ¿comprendéis ahora mi rabia y mi resignación? ¿Cómo os sen-
tiríais si después de veintitrés años os enteráis de que vuestro padre, el hombre que os acunaba
por las noches y que tanto cariño os ha profesado, no es vuestro padre y en realidad es un violador
que ni si quiera sabéis donde buscarlo para... para...? ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAA!!!...
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