Fantasias en la regadera

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Lo ocurrido aquella noche me había dejado pensativa y lujuriosa, quería volver a hacerlo con Jonathan. Aunque, antes de que se diera la oportunidad, se dio con otro chico.

Era un chico del equipo de natación, Jorge, uno muy alto, bronceado, de cabello ondulado, como Jim Morrison, tenía la voz fuerte, acababa de cambiarse a mi clase. Inmediatamente puso los ojos en mí, me miraba con absoluto deseo, los hombres no saben despistar, a mí me calienta tanto ver cómo me desean, como me miran, me fascina imaginar todas las perversiones que pasan por sus mentes. Lo interesante de esto es que, como vivíamos relativamente cerca tomábamos casi la misma ruta, así que me acompañaba, y cuando lo hacía, despistaba menos. Me desnudaba con la mirada. A veces si era muy incómodo.

Un día nos tocó que el metro se llenó bastante. Ese día traía unos jeans y una blusa. Nada vulgar, sólo casual, y claro, mi perfume de fresas. Como el metro se llenó, quedé contra la puerta y no pude girarme, en un ratito comencé a sentir algo en mis nalgas, al principio pensé que era su pierna o una bolsa de alguien, pero mire hacia atrás y estaba él, no dijo nada, pero algo dentro de mí me dice que se puso ahí a propósito.

-Parece que nos quedaremos así un rato- dijo algo así con su voz sensual y acercando su cuerpo contra el mío.

El pensar como lo estaba excitando en aquella posición, en aquel lugar inapropiado me hizo sentir cosquillitas ahí abajito. De repente, el metro se detiene por la lluvia, para ese momento él ya estaba muy excitado, entonces aproveche, me puse de puntitas y empuje mis pompis hacia atrás para sentirlo un poquito más. Estaba bueno. En ese momento no sabía que tan grande. Pero me encantaba sentirlo así. Volteé mi cara hacia atrás y le lancé una sonrisita.

El metro avanzó, entonces él aprovechaba de vez en cuando para presionar su virilidad en mis nalgas aún más. Y yo le respondía empujando para atrás, me encantaba la sensación que provocaba en él. Me hubiera gustado saber que estaba pensando en ese momento, creo que tenía ganas de tocarme, pero no se animó, eso me prendía todavía más. Entonces moví mis caderas hacia los lados un poquito para excitarlo más. De igual forma yo me habría dejado tocar, cuando estoy así ya no me importa nada. Ni siquiera si se notaba o no.

Llegó la hora de bajarme. Como tenía la puerta enfrente, me giré, me despedí dándole un ligero besito en la mejilla, baje del metro con las pantis mojadas, los pezones paraditos y preguntándome cómo se las arreglaría para ocultar su prominente excitación.

Cuando llegué a mi casa, continuaba prendidísima. No podía concentrarme así. Sin aguantar más, prendí el boiler, me metí al baño, me quite lentamente mi ropa, quedando sólo en pantis. La rutina de siempre. Me recosté en la tina y cerré mis ojitos…

Imaginaba la escena del metro mientras tocaba mis muslos y mis senos suavemente, en mi me veía a mí misma contra la puerta del metro y a él. No había nadie más, la forma en que me arrima su pene erecto a mi trasero, la forma en que acerca su boca a mi oído y me dice “estaremos así un rato”.

Comienzo lentamente a tocarme arriba de la panti donde tengo mi botoncito del placer, mi vagina comienza a derretirse por dentro, poco a poco, después meto mi mano para sacar un poquito de humedad, esparcirla por mi botoncito, mmm… delicioso y seguía imaginando…

Él empujaba sus caderas contra las mías, sus grandes y cálidas manos me recorrían hasta mi vientre, luego, me desabrocha mi pantalón lentamente dejándome con las bragas al aire, después él se quitaba el pantalón, quedando en ropa interior también; coloca sus manos de nuevo en mi vientre, mas abajito… mmm… su cuerpo estaba calientito, con la otra mano me quitaba la blusa, me acariciaba mi largo cabello, su respiración, en mi nuca…

Y ahí estaba yo en la tina fantaseando con la conchita súper húmeda, casi escurriéndose y aunque aún no prendía la regadera mi panti estaba bastante empapada, me levante y me la saque, quedando completamente desnuda. Entonces prendí la regadera con agua calientita, me acosté en la tina con las piernas juntitas, el agua calientita acariciaba mi caliente cuerpo, humectándome por completo así que continué tocándome, me metía mis dedos, me frotaba el clítoris, cerraba mis ojos y mi mente volaba…

Ahora él preparaba mis caderas, me bajaba las pantis hasta las rodillas, yo me sujeto del tubo y me empinó completamente, para humectarme todavía más mi sexo con sus labios y su lengua, y cuando ya no aguanto más desenfunda su enorme lanza de la prisión de sus boxers y me la pone encima, muy calientita, muy dura (comencé a frotarme más fuerte en la realidad). Ya estaba lista para ser atravesada, él colocó sus manos en mi cintura para agarrar apoyo y…

….Y atraviesa todo mi ser llenándome en un mar de sensaciones.

La imagen fue tan vivida que no sólo solté un gemido en mi fantasía, sino también en la realidad, ahí en la tina, un gemido que se opacaba con las gotas de agua de la regadera. Introduje mis dedos en mi entrada, tensé los músculos de mi vientre y cadera imaginando como ese pene duro me llenaba por completo y me sacudía.

Mientras, en mi fantasía, él empujaba con violencia, atravesándome y atravesándome, en un rico vaivén de placer, mis nalgas sonaban al colisionar en un sonido seco. Era un salvaje, un forajido que me reclamaba como suya llenándome por dentro con su ser. Como un macho alfa sometiendo una salvaje hembra del bosque. Algo de lo cual no estaba tan equivocada, ya contaré luego porque.

Me puse de rodillas, en medio de mi fantasía, sin quitar mi mano de mi conchita y colocando la otra en mi pompi y comencé a darme pequeños golpecitos, imaginando que eran sus caderas chocando conmigo, aquel sonido, entrando en mis oídos de pervertida insana, me volvía loca.

Estaba a punto de finalizar, gimiendo cada vez que imaginaba como llegaba hasta el fondo de mí, sintiéndolo hasta la garganta, no aguante más, mis caderas se tensaron y me llene de espasmos por dentro, finalizando en un delicioso orgasmo en él cual imaginaba la sensación de él vertiendo su calientito líquido.

Una vez terminada la faena, me recosté de nuevo y traté relajarme con el agua caliente, esto no me había calmado, necesitaba más, lo necesitaba adentro de mí. Me quede un ratito más, hasta que se me acabo el agua caliente y me fui a la cama. Dormí plácidamente, aunque lejos de quitarme las ganas…

Tenía que hacer algo para que Jorge me cogiera, que me cogiera tanto que explotara en mil sensaciones. Él teniéndome tantas ganas como sé que me tiene no sería difícil. Pero como no me queda espacio será mi próximo relato salvaje, muy salvaje…


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