Con sus saltos y sus danzas, los guerreros watusi proyectan una sombra larga, brincadora, de colores.
En los grandes ojos negros de los niños africanos, bailan sombras negras de perplejidad.
Es la sombra del África negra, sangrienta, sedienta, hambrienta, la más negra de las sombras.
Un enjambre continuo y pegajoso ciega los ojos de los niños negros de Somalia, impidiendo que se vea de qué color tienen la sombra.
Las sombras chinescas se adentran en las tinieblas de los mineros de África.
¡Ay, mi negrita culona, cubre con tu sombra de ébano mis anhelos!
¡Ay, mi negro gallardo! ¿No oyes al tigre? Déjame dormir envuelta en tu sombra valiente.
La sombra blanca de occidente es una dorada quimera para los negros, más pronto se convierte en negra realidad.
La sombra supersticiosa y mentirosa de los hechiceros negros se cierne sobre las tribus ancladas en el pasado.
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