El rey de un país lejano no conseguía casar a su bella hija; no es que no hubiera pretendientes al trono, pero estos caballeros no estaban dispuestos a matar al dragón que guardaba la torre de la princesa. Además, solo pensaban en el fútbol, en sus coches y en irse de vacaciones.
El primer ministro tuvo una gran idea, comprarían un ordenador y se abonarían a internet. Le habían dicho que en la red se podían encontrar las soluciones a todos los problemas.
Así que, cuando recibieron el ordenador, el rey se puso a trabajar con el invento. Buscó direcciones, príncipes, caballeros, hombres valientes y, por supuesto, armas de destrucción de dragones.
En fin, que tantas cosas iba viendo en la red, que se quedó enganchado y se olvidó de su hija. Mientras tanto, ésta decidió acabar de una vez con el problema y con el dragón: Empezó a darle cajas y más cajas de bombones hasta que reventó. Eso sí, tuvo un final muy dulce. Luego, la princesa se marchó del castillo a trabajar en la televisión, que es lo que le gustaba de verdad.
Un día que el rey navegaba y navegaba por internet, vio a la princesa en un programa y comprobó que se había hecho muy famosa. Ahora son felices los dos, el rey siguepegadoa su ordenador y la princesa se ha casado con un periodista.
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