Él sabía crear olas con el sudor de mi cuerpo. Me callaba a besos y me gritaba entre gemidos. Hacíamos el amor como si no hubieramos cometido errores. Me gustaba que me dijera que me sobraba la ropa. Nos separaba una gran distancia y yo le juré luchar y ser valiente. Era el rey de mi mundo y el esclavo de mi deseo. No quería mas luz que su cuerpo ante el mío: claridad absoluta, transparencia redonda. A su lado todo era tan perfecto. Yo me había vuelto a enamorar. Y sus palabras me enamoraban cada día mas. Me prometió estar en las buenas y en las malas, y yo le prometí lealtad, compromiso y fidelidad. Pero los días pasaban y le sentía raro. Su piel era fría y ya no me dedicaba versos de amor. Y llegó el temido día, se fue. Desapareció de mi vida. Y yo le necesitaba tanto... Me sentía tan herida y engañada. Me dio el cielo y después me lo arrebató.
Y ha pasado casi un mes desde que te fuiste. Te veo en la calle, en la facultad, en mi cama. Pero es mentira, ya ni siquiera sé como era tu sonrisa. Y te pienso y te repienso en cómo pudiste irte sin mirar atrás y sin dejarme sola. Lloro y no encuentro consuelo en otros brazos.
Y es duro saber que no volverás, pero tranquilo, ya no amo a nadie. Mi corazón se ha vuelto tan frío como tu adiós.
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