Pequeños pasos, grandes ascensos
Por nsk
Enviado el 06/06/2014, clasificado en Reflexiones
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Resulta impresionante lo idiotas que somos las personas del "primer mundo".
Hace algunos años quise, con un amigo, hacer senderismo y subir a una montaña (Torre Bermeja) de 2393 metros de altura. La idea fue muy buena. Ambos nos preparamos para hacerlo. El día anterior hicimos los bocadillos, dejamos preparada la ropa de montaña (por supuesto todo primeras marcas), metimos en el coche los bastones y los camelbaks. A la mañana siguiente, paramos en una fuente a surtirnos de agua y a calentar motores para llevar a cabo nuestra gran proeza. Comenzamos a caminar desde el Puerto de Panderrueda (León, España). Era magnífico. Un bosque encantador seguido de unos prados bellísimos. Empezó, poco a poco, a desaparecer el verdor del campo y las rocas fueron nuestro siguiente nivel. En las fotos, que por distintos motivos no puedo adjuntar, parecía que ascendiamos algún punto del Himalaya. El cansancio estaba presente. Los labios resecos a pesar de estar bien abastecidos de agua. Chorretones de sudor por todo el cuerpo. A mí, de vez en cuando me daba algún calambre. De todas formas seguíamos adelante. Llegando a una altura aproximada de 2000 (no lo recuerdo con exactitud por el mareo y el cansancio) nos sorprendió con un "buenos días" un lugareño en alpargatas y con porracha. Fue increíble. Alucinante también el hecho de que este hombre ya estaba descendiendo y apenas eran las diez de la mañana. ¿Mi conclusión? Somos idiotas. Desde ese momento decidí realizar esas actividades de la forma en la que ví a este Gran Hombre. Con porracha o vara de avellano, cantimplora al cuello como Dora La Exploradora y, por motivos de seguridad, sigo utilizando botas fabricadas para ese fin. ¡Viva los lugareños!
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