¿Si mis libros arden?... ¿se quema mi conocimiento? No sé si la inteligencia son mis estudios y títulos. O todo eso es energía, que mi inteligencia consume.
Andaba la criada llorando por toda la casa. Su señor asesinado en la cama y la policía rondando por toda la casa.
Cotilla por naturaleza, y a pesar del disgusto y el dolor, escuchaba a hurtadillas las conclusiones del inspector:
- Todas las luces apagadas, y desde la puerta de entrada hasta la habitación de la victima hay un buen trecho. Es obvio que el asesino usó guantes, pues no existen huellas en los interruptores, y la muerte se produjo a las doce de la noche. continuó con la exposición.- Lo sorprendieron en su cama, obligándolo a tomarse el baso de detergente que lo envenenó. Ya que descartamos el suicidio de un feliz millonario, que no conoció depresión.
La criada dio un brinco. Con mucha calma simuló limpiar el mueble-bar del salón. Retiró del estante la botella de detergente que se le olvidó junto al brandy al sisar algún que otro trago la tarde anterior. Y prosiguió con sus lamentos: ¡Pobre amito ciego! ¡Pobrecito mi señor!
Cuidaos cuando os sintáis sabedores de vuestra inteligencia, pues comenzáis el camino de la estupidez.
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