Gritos en el interior, reproches sin sentido que no tienen justificación alguna, palabras que atacan como balas disparadas con los ojos vendados. No saben dónde van, solo que quieren hacer daño.
No tiene sentido, nada lo tiene, solo quiero reventar y al hacerlo, llevármelo todo conmigo. Por qué no hiciste lo que yo quería. ¿Tan difícil era cambiarte para seguir conmigo, no ser tú para ser yo? Arreglar lo que algún día estropeaste. Porque yo no tengo la culpa. Me niego a tenerla. Era perfecta y tú eras mi error. ¿Egoísmo? ¿Quién ha hablado de eso? Mi realidad lo llamaría yo. Mi forma de ver.
Éramos dos que solo deberían haber sido uno. Uno dividido en dos cuerpos diferentes con los mismos sentimientos. Pero, ¿Hacía donde habría llevado eso? ¿Habría servido de algo? Como cielo y tierra, demasiado diferentes para encontrar parecidos. Y a pesar de todo, la culpa seguía siendo tuya, debido a que yo nunca fui perfecta y tú jamás supiste decírmelo.
El egoísmo nunca se verá como tal desde los ojos del egoísta.
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