Un trato... ¿Justo?

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La generosidad...

 

Cris acarició su barriga; en ella portaba el fruto de su amor. Miró hacia atrás, al hospital donde le acababan de arrancar toda esperanza, un problema proteínico había sentenciado a muerte al feto... La única solución era abortar.

 

Se sentó en el banco de un pequeño parque llorando desconsolada. Aquel ser sin futuro era todo lo que le quedaba tras el trágico accidente. La única prueba de la existencia de su marido. La rabia la embargó ante tanta impotencia.

Notó que algo tiraba de su falda, limpiándose las lagrimas miró al suelo; una paloma gris la miraba con astucia.

- ¡Puedo hacer que tu hijo viva! – Dijo la paloma dando saltitos en círculo.

 

- ¡Dios mío! ¡Estás hablando! – Pensó que el dolor la invitaba a la locura.

 

- Si, pero no es estas la cuestión. ¿Quieres que tu hijo viva? –Agudizó su mirada.

 

- Por supuesto... ¿Qué debo hacer?

 

- ¿Darías tu vida por él? –Saltó sobre el banco en espera de respuesta.

 

- ¡Ahora mismo!

 

- Pues atiende; Cuando dos personas están tan unidas como una madre y su hijo antes de nacer, es posible que una dé la vida por la subsistencia de la otra. Tu bebé nacerá sano. Pero tú morirás en el parto... Darás tu vida por la suya.

- ¡No tengo ni que pensarlo! ¡Deacuerdo!

 

- ¡Espera! –Ahora alcanzó su hombro acercando el pico al oído de la muchacha.-  Cuando mueras, yo vendré y me llevaré tu alma. ¿Aún quieres seguir con el trato?

 

- Sin ninguna duda... Pero, ¿Y si me engañas y es mi hijo el que muere...?

 

- No, no temas. No puedo llevarme el alma de un inocente, y un recién nacido lo es.

 

Pasaron los meses, los médicos no comprendían la asombrosa recuperación del feto. Pronto llegó el día del parto. Algo inesperado sucedió... El niño nació muerto.

En la cama del hospital, la madre lloraba desconsolada. La paloma que ofreció el extraño trato seis meses atrás se posó en la cabecera de la cama.

- ¡Me engañaste! –Reprochó la madre.- ¡Mi hijo ha muerto y yo sigo viva!

 

- El trato fue sincero. Entre vosotros, gracias a la generosidad de uno podría la vida por el otro... Y parece ser que tu hijo fue el más generoso. En realidad, hemos sido los dos engañados. Estoy aquí para acompañar su alma.

 

- ¡Maldito diablo embustero! ¡Me dijiste que no te la podrías llevar!

 

- Y no me la llevo... Yo no soy un diablo. ¡Recluto para las legiones de ángeles!

 

Siempre camina en dos direcciones.

 

  Jesús Cano


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