Sentía su mano áspera y fría. El viento nos azotaba el rostro y el sol descendía poco a poco en medio del cielo color gris. De pronto, me apretó la mano con fuerza y empezó a recitar un poema. El aire, el ambiente, las palabras, el frío Todo se mezclaba formando un amasijo de emociones nuevas y sorprendentes. Un poema ¿De quién? Puse atención en las palabras y una ola de calor y felicidad me inundó el cuerpo. ¿Quién recitaba a Bécquer en medio de un momento tan feliz? Sólo él Allí sentados los dos en un tronco desvencijado. Y nuestros pies enterrados en la rugosa arena que nos arropaba en nuestro último encuentro, y frente a nosotros el mar, la mar, el océano, la playa Tantos términos diferentes para designar una sola cosa. Tantas palabras que rondaban en los caminos de la plenitud. Y al final nada servía, todo iba a parar al mismo sitio, a atracar al mismo puerto. Y los caminos se separaban, y el hilo que los unía se rompía provocando un sonido hueco que nadie llegaría a oír. Una lágrima descendía lentamente sobre mi rostro. Él se incorporó y me tendió su otra mano. Me miró atentamente y entonó una sola frase `` Las lágrimas son agua y van al mar´´
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