Macabra fantasía III ( final)

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Con el cuerpo aún paralizado, Bernard miraba a la hermosa joven mientras ésta observaba con atención algunos cuadros pintados al óleo que se encontraban adornando las sucias paredes del apartamento.

La joven , tras haber realizado una minuciosa observación de aquellos cuadros, dejó de mirarlos y dirigió la mirada hacia Bernard, después con una sonrisa se encaminó hacia la baja mesita de cristal, donde se encontraba posado el vaso con restos de ron, del cual minutos antes se encontraba bebiendo Bernard. La joven levantó el vaso y se lo llevó a los labios. Después de dar un sorbo lo volvió a dejar en la mesita.

- Este ron es demasiado fuerte para mi gusto - dijo - . ¿ Tu qué opinas ?.

Bernard intentó hablar, pero el miedo que sentía por aquella presencia no le dejaba articular  ninguna palabra por más que lo intentara.

- ¿ A sí que sigues sin querer hablar?. Pues bien, tú mismo. – La joven se sentó en el sillón color caqui y comenzó a juguetear con las puntas de su negro cabello. Después miró , de nuevo, fijamente a los ojos de Bernard , y dejando sacar una sonora carcajada continuó hablando. - ¿Sabes una cosa Bernard?. Esta situación, nuestra situación, es de risa. Has soñado tantas veces con atravesar mi piel con un cuchillo , con verme morir… pero ahora, que estoy delante de tus narices solo te limitas a mirarme como si fueses un perro asustado.

La joven siguió riendo, y ante esas risas de burla , en el interior de Bernard comenzó a crecer rápidamente un fuerte odio hacia esa mujer.

_¡¿ Yo un perro asustado?! – gritó Bernard apretando los puños y con el rostro encendido -. Eres tú quien tendría que estar aterrorizada ante mi presencia.

-Por fin te decides a hablar – dijo la joven levantándose del sillón-. Y sí Bernard, es cierto que debería de estar asustada ante tu presencia, pero me he dado cuenta de que en realidad eres un hombre asustadizo e inofensivo. Sin agallas para matar a nadie.

Las palabras de la joven, hizo que la furia de Bernard se fuera incrementando, y con paso rápido y decidido se abalanzó sobre ella. Quiso agarrarla del cuello y apretar con fuerza ,pero en el momento en el que sus manos rozaron su cuerpo, la presencia de la joven se desvaneció por completo , haciendo que Bernard callera de rodillas al suelo.

-“¿ Dónde se habrá metido esa zorra?”- pensó Bernard con la cara descompuesta mientras miraba a su alrededor-.

-Quizás la próxima vez puedas atraparme - comenzó a decir una voz situada a espaldas de Bernard-.

Levantándose del suelo, Bernard, se giró hacia la voz. Era ella, la joven se había desvanecido como el humo para resurgir nuevamente de las tinieblas de su mente.

-¿ Crees que no podré atraparte?- bufó Bernard con los ojos desencajados y con espumarajos saliendo de su boca -. ¿ Crees que no voy a matarte?. Estás muy equivocada pequeña zorra.

-¿ A sí?. Pues adelante, mátame- contestó ella con voz desafiante-.

Bernard resopló, giró su cuello para relajar su musculatura y con todas sus energías se abalanzó nuevamente hacia la joven mientras gritaba como un loco.

Esta vez la presencia de la joven no se desvaneció ni desapareció, esta vez la joven dejó que Bernard se arrojase sobre ella. Dejó que intentase golpearla, pero como si esta fuese un fantasma sus golpes la atravesaban.

- ¡ Estúpida zorra! – gritaba mientras este lanzaba puñetazos al aire tras a travesar la cara y el vientre de la joven.

 Mientras ,ella reía y reía sin parar al ver los vanos intentos de su atacante por herirla.

-Golpeas como una mujer – dijo la joven -. Tus intentos de hacerme daño son ridículos.

Bernard, ya sin aliento, dejó de golpear.

-“¿ Cómo es que no puedo pegarle, como es que no tiene heridas aún?. – pensaba mientras intentaba renovar fuerzas para seguir agrediendo a esa mujer-.

- ¿Ya te has cansado? – dijo ella- .No creía que fueses un hombre que se rindiese tan fácilmente.

- Y no lo soy- contestó Bernard jadeante-.

Una vez más Bernard, comenzó a relajar su musculatura, y con todas sus fuerzas se abalanzó  sobre ella. Y aunque él aún lo desconocía, esta sería la última vez que intentaría matar a esa mujer.

En su nuevo intento de golpear a la joven, Bernard atravesó nuevamente su cuerpo y éste cayó encima de la mesita de cristal.

El estruendo de la caída y el sonido de cristales desquebrajándose y clavándose en la piel de Bernard se pudo escuchar por todo el apartamento. Su sangre comenzó a brotar por todas sus heridas, y gritos de dolor comenzaron a salir de su boca ensangrentada. Uno de los cristales quedó encajado en la yugular carótida y los demás ,clavados en manos y abdomen, lo dejaban inmovilizado a causa del dolor. Gritos desesperados comenzaron a hacerse oíbles de inmediato.

La joven se acercó a él y se agachó a la altura de sus hombros. Observó la sangre que comenzaba a formar un gran charco en el suelo y el cristal clavado en el cuello. Después casi en un susurro dijo:

-Es una verdadera lástima Bernard, ahora era cuando comenzaba a divertirme.

- Eres tú quién tendría que estar aquí en mi lugar – contestó Bernard apretando los dientes para intentar aguantar aquel insoportable dolor -. Eres tú quien tendría que estar cubierta de sangre, quien tendría que estar muriendo en mis manos. Joder, quería clavarte un cuchillo en lo más profundo se tu ser, oírte gritar e incluso rogar por tu vida. En cambio soy yo el que se está comenzando a desangrar lentamente.

Bernard comenzó a reír amargamente mientras escupía pequeñas gotas de sangre por todas partes.

La joven comenzó a reír también mientras secaba su cara de la sangre que llegaba de la boca de Bernard.

-¿Cómo te sientes al saber que tu más oscura fantasía ha podido contigo? – dijo la joven-.

Bernard quiso contestar pero la pérdida de sangre hizo que al intentar hablar las palabras le pesasen y su lengua se trabase haciendo que soltase frases sin sentido. Minutos después comenzó a cabecear hasta que sus ojos se cerraron completamente.

La joven se posó en su pecho para comprobar el latido de su corazón. Éste aún latía aunque lo hacía a un ritmo lento y costoso. Seguidamente se encaminó al sillón y se sentó en él, y desde allí comenzó a mirar como la vida de Bernard se iba apagando poco a poco y como la sangre fresca iba escureciendo todo el suelo del apartamento.

Cuando finalmente Bernard sucumbió a la danza de la muerte, la joven se levantó del sillón y se dirigió al pasillo donde desapareció fundiéndose en la oscuridad para siempre.


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