Sexo en el bus

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Noto como su mano acariciaba la mía, abstraído y mirando el paisaje sentí un ligero estremecimiento, que recorrió mi cuerpo, al notar sus duros senos en mi espalda, el calor de su respiración sobre mi nuca, y el susurro de su voz que decía disculpa, es que empujan al subir. Casi sin poderme girar contemple una hermosa mujer de treinta y cinco años, que sofocada intentaba no ser aplastada por la muchedumbre. No se preocupe a esta hora es normal conteste. Dejando un resquicio para que su cuerpo pasara delante del mío y continué diciéndole, no suelo coger esta línea, pero las pocas veces que lo he hecho, es siempre lo mismo.

Nuestra conversación se hizo continua, comentamos el intenso calor y donde vivíamos, coincidiendo en bajar en la misma parada, mientras ella fue acercándose cada vez más y yo apartándome un poco más, le deje que se colocara casi frente mío. Entre frenazos y arrancadas del bus, ya su mano estaba cogiendo la mía sobre la barra, su torneado culito estaba totalmente pegado a mi miembro, que hacia rato estaba firme, el calor era sofocante y quedamos bajar una parada antes, para que nos diera el aire.

Atravesaríamos el parque andando, el tiempo entre las tres paradas que faltaban, fueron agónicos, de una carga sexual intensa nuestros cuerpos pegados, con una ligera frotación intermitente, dependiendo de la marcha del bus y de los pasajeros, que entraban o salían, nos fuimos acomodando en un rincón, consumidos por el deseo, mi mano libre estaba ya pegada a su pubis acariciando y frotando su monte de Venus, ella se giró como pudo quedando casi uno frente a otro, como si de un baile se tratara.

Sus pechos presionaban mi tórax, su mano alcanzo mi entre pierna agarrando con fuerza mi miembro, por la parte exterior del pantalón, estuvimos un rato frotándonos sabiendo que pronto llegaríamos a nuestro destino. Este pensamiento desató una aceleración en la estimulación de su sexo y una fuerte presión de nuestros cuerpos, haciendo que nuestros labios se rozaran en repetidas ocasiones.

Solo este roce desató en mí, una eyaculación que fui incapaz de detener, ella al observar mi reacción fue como un resorte en su cerebro, provocando un orgasmo contenido mordiéndose los labios apoyo su cabeza en mi hombro mientras notaba sus contracciones.

Por fin llegamos a nuestro destino, la entrada del parque. Justo al otro lado del parque vivía ella, yo tres calles más arriba, le di la mano al bajar y ya no la solté, andamos rápidos hacia el interior del parque en busca de una zona frondosa, donde apagar el fuego intenso de nuestro interior.

Por el camino me dijo que era separada sin hijos y que había vuelto a vivir con sus padres. En un hueco entre la vegetación nos introdujimos fuera del camino, con la noche como aliada, iniciamos una exploración manual de nuestro cuerpo mientras nuestros labios seguían entregados en un intenso juego de amor.

Nos desprendimos ligeros de nuestra ropa, último obstáculo para que nuestra piel mas intima entrase en contacto, buscando las zonas más erógenas, seguíamos estimulando nuestra sexualidad con caricias, manos, labios y finalmente nuestras lenguas, encontraron rápido el camino, con nuestra propia ropa y la hierba del parque como colchón, acometimos un juego amoroso, su aroma me embriagaba, sus labios carnosos absorbían los míos, el pecho, mi vientre, hasta que al final llego a mi viril amigo que esperaba con ansias de esa boca ardiente cerrarse sobre si, reconozco que sucumbí veloz al placer, nunca nadie demostró tanta pasión y dulzura unidas.

Recostándola sobre su espalda me volqué a devolverle el inmenso placer recibido, a través de sus manos sobre mí, acariciando mis hombros agarrando el pelo de mi cabeza pude detectar la intensidad de su orgasmo con sus uñas clavadas en mi nuca, sentí su generosa humedad adornando mis labios.

Solo unos ligeros escalofríos hicieron que nos animaran a marchar hacia casa, era de madrugada, nuestra ropa arrugada daba testimonio de la noche concupiscente y sensual, y nuestra sonrisa del éxtasis de amor que nos devoro por una noche...


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