Adicción

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Roberto despierta, está solo, cansado, extasiado, satisfecho... desnudo sobre la cama de ese motel que visita cada jueves por la tarde, siempre acompañado por Ana, hija de un compañero de la oficina, a quien dobla la edad.

Enciende un cigarrilo mientras intenta recordar cómo fue que comenzó esa relación prohibida, cómo Ana fue colándose dentro de su corazón sin proponérselo... ninguno de los dos planeó que las cosas fueran así, pues Roberto es casado y ella es, o debería ser, "intocable", esa es una de las reglas no escritas entre los amigos: "no te involucres con mi familia".

Cierra los ojos y rememora los momentos recién vividos, hacer el amor con esa estupenda veinteañera, disfrutar el espectáculo de verla, después del sexo, caminando cadenciosa y sensual, con ese rítmico contoneo de caderas que lo vuelve loco; vestirse lentamente, darle un tierno beso en los labios y marcharse.

¿Es solo sexo?, ¡No, imposible!, esto es algo más, no puede ser algo tan simple, porque siempre lleva en la mente la imagen de su adorada Ana... sí, definitivamente, ¡Es amor!, porque la semana transcurre lenta y le obliga a desear cada instante que ya sea jueves para poder verla otra vez.

¡Amor... combinado con adicción!, porque Roberto ha desarrollado una deliciosa dependencia por Ana, una terrible necesidad de estar con ella, de besar tiernamente sus labios, de mirar sus ojos negros; no importa si en ocasiones no tienen posibilidad de fundir sus cuerpos para convertirse en una sola alma, todo lo que necesita es estar a su lado, admirar sus curvas perfectamente acuñadas y tocar la tersa piel de su faz.

Abre los ojos, el cigarrillo está a punto de consumirse, no así la visión de Ana, ni el olor de su cuerpo o el sabor de su boca, no, esos los llevará presentes todos los días en el trabajo y todas las noches en sus sueños, incluso cuando se vea forzado a cumplir sus obligaciones de esposo, su mente lo estará haciendo con ella, mientras el cuerpo intente satisfacer a su esposa.

Da una última calada al cigarrillo y lo coloca en el cenicero, vuelve a cerrar los ojos tratando de grabar en su mente la sonrisa de Ana para llevarla presente mientras llega el momento de estar nuevamente con ella.

Roberto no puede, mejor dicho, no quiere deshacerse de su amor y adicción por Ana; ya es parte de sí mismo, la lleva en el pensamiento, en el corazón y en cada poro de su piel.

De un salto se levanta, estira su cuerpo y comienza a vestirse, debe pasar por sus hijos y su esposa a casa de sus suegros y, después, volver a su rutinaria y aburrida vida... al menos hasta que se cumpla una semana más.

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Dedicado a Rufus. Gracias por el reto y espero sea de tu agrado.


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