LA VERDADERA EVOLUCION DEL SER HUMANO

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En el agua del arroyo se refleja la cara pensativa de un rostro angelical.

En la orilla está Miguelito. Por sus mejillas se deslizan unas gotas de sudor.

Tiene cara de travieso. En su rostro se reflejan dos simpáticos hoyuelos. Gorra de medio lado. Con cada respiración, unas generosas velas se le asoman de sus fosas nasales.

En una mano tiene una piruleta que al chupetear le tiñe de color su lengua y la comisura de los labios y con la otra sujeta una pelota a la altura de su cintura.

El pelo lo tiene cortado a tazón, orejas separadas y cara redonda, pecosa.

De un bolsillo de sus pantalones cortos asoma un tiragomas y en los brazos luce unas difuminadas calcas. Los calcetines bajados, una rodilla ensangrentada y la otra sucia, como su cara.

A Miguelito se le ve feliz y por alguna razón que nadie conoce, la naturaleza le castigará haciéndolo crecer.

Cincuenta años después, en los juzgados de la ciudad, un caballero de la alta sociedad, poderoso y rico, está sentado en el banquillo de los acusados. El juez dicta sentencia y declara culpable a un tal Don Miguel por malversación de fondos, fraude inmobiliario, desfalco, apropiación indebida, estafa y robo.

Cincuenta años después, el agua del arroyo sigue su cauce.

 

Eusebio efe.

 


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